Los Angeles/CHILE.- Alegría y gozo espiritual se hicieron presentes en la Catedral de Los Ángeles en la ceremonia de ordenación de cuatro hermanos diáconos, que fueron incorporados a ese grado de la jerarquía de manera permanente.
El acto litúrgico se efectuó el pasado viernes, para la ordenación diaconal de don Arturo Alarcón Campos, de la parroquia Nuestra Sra. del Perpetuo Socorro; don Gastón Arriagada Tapia, de la parroquia Sagrada Familia; don Ramón Venegas Jiménez, de la parroquia Nacimiento del Divino Salvador, de Nacimiento; y don Eduardo Vielma Escamilla, de la parroquia San Diego de Alcalá, de Tucapel.
La ordenación la efectuó el Obispo de Santa María de Los Ángeles, Monseñor Felipe Bacarreza Rodríguez, quien concelebró la Eucaristía junto a todo el clero diocesano.
La celebración tuvo lugar coincidiendo con la fiesta del mártir San Sebastián, en presencia de familiares y amigos de los diáconos, así como de feligreses de las cuatro parroquias en las cuales ellos sirven.
El solemne momento de invocación, cuando todos los asistentes se dirigen a Dios para orar por los hermanos diáconos, fue seguido con la investidura y la bendición, a cargo del obispo, y el saludo de bienvenida de todos los sacerdotes presentes.
La emotiva ceremonia fue realzada con la participación del Coro Diocesano.
Monseñor Bacarreza resaltó que en la jerarquía de la Iglesia, el mayor es el episcopal, seguido del presbiterado y, un grado más abajo, el diaconado. Recordó que la Constitución Dogmática sobre la Iglesia «Lumen gentium», del Concilio Ecuménico Vaticano II, establece que “En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así confortados con la gracia sacramental en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad”.
Añade que es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, la administración solemne del Bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales y presidir los ritos de funerales y sepelios, todas de gran importancia para la Iglesia. Asimismo, que el ministerio del diácono se ejercita en la triple dirección de la liturgia, la palabra y la caridad.
