El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, alertó en la celebración de la Misa de Nochebuena sobre las “heridas” que lastiman a los argentinos en este tiempo y llamó a construir la paz “en el interior del corazón, después en las familias, en los prójimos más cercanos y luego en el orden social”.
Las palabras del obispo se oyeron durante la homilía que brindó durante la celebración eucarística que presidió el lunes 24 en la catedral de San Isidro, y que atendió especialmente al clima de conflictividad social vivido durante los últimos días y que tuvieron como corolario los saqueos a comercios de más de 40 ciudades del país.
Durante la liturgia de la palabra, el obispo señaló que en la Navidad “el Señor se ha hecho carne para cada uno y no hay nadie excluido de la encarnación”.
“El Señor es el príncipe de la paz, dice la escritura, y la paz es el primer regalo del amor y de la ternura, que son propias de la caridad”, añadió enseguida el prelado, quien acotó: “La paz se construye primero en el interior del corazón, después en las familias, en los prójimos más cercanos y luego en el orden de lo social, buscando la equidad social”.
El también presidente de Cáritas Argentina recordó que Jesús “viene a sanar heridas”, y opinó que “los argentinos estamos heridos por nuestra historia reciente”. Asimismo, pidió reconocer las heridas para “saberlas curar”.
“A las heridas hay que reconocerlas, hay que saber que están, uno no puede ignorarlas y hay que saberlas curar. También hay que dejar secar las heridas al sol y esperar los tiempos de Dios para que puedan cicatrizar, buscando la justicia, la verdad y la reconciliación”, comentó el obispo.
Monseñor Ojea también denunció que “han aparecido nuevas formas de violencia”, sustentadas en “nuevas estructuras de pobreza". “Nuestros chicos mueren en los barrios marginales en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires sin que sus nombres ni las circunstancias de sus muertes aparezcan en los diarios ni en los avisos fúnebres. Se trata de una herida que no puede ser negada ni por la constancia del pasado ni ocultada por el escape con futuro insólito”, detalló el prelado.
No obstante lo dicho, monseñor Ojea añadió: “Tenemos que seguir adelante cuidando también los signos buenos y positivos de vida y de salud que hay en nuestro cuerpo social. También sería bueno reflexionar delante del pesebre sobre cómo nos tratamos unos a otros o cómo nos descalificamos; cómo es nuestro lenguaje y los modos que ponemos para no escuchar, las vendas para no ver y cómo vamos perdiendo el ejercicio de dialogar”.
Hacia el final de su discurso, el obispo recordó el Evangelio del día, en el que se observa a María envolviendo en pañales a Jesús luego de tomarlo en brazos y acostarlo en el pesebre. “Es una invitación al servicio, a mirar y a pensar qué podemos hacer como granitos de arena para buscar la paz, pensando juntos por qué y no queriendo de un solo lado arreglar todo”, destacó.
“Que la Virgen nos preste su corazón para adorar al Niño y para convertirnos en constructores de la paz, adoradores de la paz, mensajeros de la paz, en nuestro corazón, en nuestra familia y en nuestra realidad social”, concluyó monseñor Ojea.+
