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Portada:: Reflexión en libertad:: A propósito de la “marcha anti-papa: nada que temer de los nuevos fariseos


CAMINEO.INFO.-




A propósito de la “marcha anti-papa: nada que temer de los nuevos fariseos

Sun, 14 Aug 2011 21:03:00
 
MANUEL CRUZ / ANALISIS DIGITAL

CAMINEO.INFO.- Una parte de la sociedad anda estos preocupada, incluso escandalizada, por la convocatoria de esa “marcha anti-papa” organizada por las asociaciones de ateos profesionales que, curiosamente, se cobijan bajo la bandera republicana. En realidad ¿qué temer? Están en su derecho de expresar su opinión. Otra cosa es la permisividad del Gobierno que se mofa de otra de las libertades recogidas en la Constitución: la libertad religiosa, según reza el artículo 16 cuyo apartado 3, por cierto, indica que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y demás confesiones”.

Leído este párrafo, me asalta una duda: ¿es una “confesión” el odio a la religión? A lo mejor lo interpreta así el Gobierno -¡mientras no haya una doctrina expresa del TC!- y por eso quiere proteger tanto a los que odian y menos a los que aman. Pero dejemos de lado los sarcasmos para volver a la pregunta inicial: ¿qué temer? Un siempre recuerdo de los Evangelios nos sitúa en la realidad de entonces y de ahora: Jesús –la Iglesia- fue condenado a muerte por envidia: la envidia de los fariseos, es decir los “profesionales” de la Ley, que no soportaban los milagros que, a la luz del día, hacía Jesucristo como testimonio de Sí mismo.

Ahora no son los fariseos, al fin de cuentas celosos defensores de unas Escrituras que nunca llegaron a entender mas allá de la letra, al extremo de modificarlas a su antojo para hacerlas más estrictas y más oscuras. Ahora son los ateos los que han hecho de su no-creencia –yo diría más bien su no-pensamiento- una profesión. ¿Qué diferencia hay entre ellos? En la práctica, ninguna. Los fariseos despreciaban el amor al prójimo como primer signo de amor a Dios; los ateos de hoy, hijos de una Ilustración sin luces, odian a los que aman porque son alegres en su fe.

Echen uno vistazo a las fotografías de los manipulados “indignados” de Sol y a los jóvenes que nos llegan de todas partes con la ilusión en el rostro, la sonrisa presta y la alegría que le sale por todos los poros de la piel. ¡Es una imagen insufrible para quien la vida no tiene sentido alguno que no sea odiar, despreciar, maldecir, provocar, impedir a los demás ser felices! Pues mires ustedes: que se vayan a la porra con sus frustraciones y sus odios. Nosotros, a lo nuestro, es decir, a rezar por ellos, a amarlos sin protestar más allá de lo que nos dicta el sentido común. Y, eso sí, exigir al Gobierno que cumpla con la ley como los católicos la cumplimos siempre que no atente contra la vida y los derechos humanos. Es lo que hace la Iglesia siguiendo el ejemplo del propio Jesucristo.

O somos libres para creer o que se cambie la Constitución. Fíjense ustedes lo que ocurre desde hace meses en los países árabes: los jóvenes se manifestaron –y muchos dieron y siguen dando su vida- en defensa de la libertad. Y ahora los islamistas radicales –es decir, los que más se acercan a nuestros civilizados ateos- pretenden aprovechar la libertad, todavía en ciernes, para imponer una interpretación rígida de la “sharía” a todo el mundo, crea o no crea. Con una diferencia añadida: que los partidarios de la libertad de conciencia entre los árabes lo primero que declaran es su respeto a la fe de sus hermanos musulmanes. Los ateos profesionales de nuestra España pretenden lo contrario: imponer su odio a la sociedad en forma de leyes inhumanas. La libertad, decía el Quijote al bueno de Sancho, es uno de los más preciosos bienes que dieron los Cielos a los hombres… Claro que don Alonso Quijano creía en Dios y por eso hablaba de los Cielos. Uno no creyente como Hegel, decía siglos después que la libertad es la sustancia del espíritu. Y me gustaría preguntar a los ateos profesionales ¿qué el espíritu, qué el alma, qué el hombre?

Nosotros, los católicos, los jóvenes y los viejos, creemos en el alma inmortal, en la trascendencia, en la otra vida eterna, en la felicidad eterna, en Dios creador y Padre. Y por eso todos somos jóvenes y estamos alegres. ¿Nos envidiáis por ello? Ni las banderas republicanas ni la “memoria histórica” os redimirán de vuestro vacío. Quizá sea esta vuestra mayor pesadumbre…







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