UN HOMBRE BUENO Y FIEL

En el Colegio Oficial de Arquitectos de Granada ha tenido lugar la exposición “Un santo en datos” que narra en números y fechas clave la vida del obispo madrileño Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. La inauguración de la muestra contó con la participación de Pablo Pérez, catedrático de Historia Contemporánea y comisario de la exposición, que ofreció una conferencia titulada “La huella de una vida”. Esta exposición se podrá visitar en Sevilla y en algunas otras ciudades, y finalizará en Madrid, lugar en donde será beatificado Álvaro del Portillo el 27 de septiembre según disposición del Papa Francisco, tras su firma del Decreto de la Congregación para las Causas de los Santos que califica como milagrosa la obra de Álvaro del Portillo.

En 1989, viajó a cinco países africanos: Kenia, Congo, Camerún, Costa de Marfil y Nigeria. En los diversos encuentros que tuvo, instó a los africanos a mejorar su formación humana y espiritual con el afán de asumir la tarea de sacar adelante el propio país y contribuir a la convivencia fraternal. Gracias a su impulso se crearon muchas iniciativas de carácter social. En uno de los paneles de la exposición se recoge el número de beneficiarios de tales iniciativas. Citaré tan solo algunos ejemplos. En Congo: el Centre Hospitalier Monkole, situado en la periferia de Kinshasa, la Escuela de Enfermería y dispensarios en barriadas. Educación sanitaria a la población (VIH/Sida, paludismo, tuberculosis). Liceo técnico y profesional Kimbondo. Escuela de Hostelería. En Nigeria: Abidagba, centro de salud en Ogun para higiene y cuidado de los niños. Diagnóstico de malaria, tifoidea y enfermedades infecciosas. Fundación Níger, hospital y programa de consultas gratuitas para colectivos desfavorecidos. Iroto, centro de desarrollo profesional para mujeres rurales. En Kenia: Kimlea, escuela de capacitación técnica para la mujer rural.

Álvaro del Portillo realizó una intensa labor de ayuda a sacerdotes con la puesta en marcha de Facultades Eclesiásticas en las que se han formado 2.347 jóvenes provenientes de África. Visitó distintos países de África, Asia. América y Europa, impulsando diversas iniciativas. Lo descrito anteriormente es solo una pequeña muestra de su actividad y de su contacto con miles de personas a lo largo de los años.

Ahora quiero recoger, brevemente, algunos rasgos de su vida que se contienen en las distintas biografías que se han editado. San Josemaría se apoyó en él desde los comienzos del Opus Dei y le llamó Saxum (roca). Destacó por su fortaleza, su humildad y su cercanía con todas las personas que trataba. Resulta algo entrañable conocer las palabras de Manolo Lougedo, jardinero en Solavieya (Asturias). Contó cómo Álvaro del Portillo le dio un gran abrazo a pesar de su protesta por estar sudoroso en pleno trabajo. A lo largo del tiempo dio muestras de interés por él y su familia. “Hablaba conmigo como si fuera alguien que conociera de toda la vida.” En 1995, Manolo Lougedo dijo: “Lo tengo por un amigo y le pido muchas cosas.”

Álvaro del Portillo tuvo muchos amigos porque era muy buen amigo. Decía: “La amistad comporta intereses comunes y cariño a las personas y esto lleva a quererles como son, a dedicarles tiempo, a comprenderles, a no abandonar el trato aunque parezca que no responden o que lo hacen lentamente.” Creo que merece la pena reproducir lo que decía en otra ocasión: “Acoged a todos con una sonrisa, sacrificaos por ellos, sabed pasar por alto las pequeñeces de la convivencia sin concederles demasiada importancia. Buscad lo que une, no lo que separa. Sed positivos.” Realmente se daba a los demás sin reservas, siempre estaba dispuesto a comprender y a echar una mano, Y siempre también, con la cara sonriente, acogedora.

En su juventud se preparó para ingresar en una Escuela de Ingenieros, en Madrid. Lo hizo con mucho esfuerzo debido a la delicada situación económica familiar. De hecho, primero estudió y trabajó como Ayudante de Obras Públicas y lo simultaneó con sus estudios de Ingeniería. Algunas veces, no podía asistir a todas las clases del día y estudiaba por su cuenta, estirando el tiempo de una manera sorprendente para los que le trataban. Vivió todas las dificultades y sufrimientos que padecieron los españoles en la década de los años treinta, incluida la guerra civil.

Álvaro del Portilllo ejerció su trabajo como ingeniero durante algunos años y cuando san Josemaría le propuso ser sacerdote, no dudó en dejar su profesión para ser sacerdote al cien por cien. Cuando Mons. Eijo y Garay, obispo de Madrid-Alcalá, supo que estaba dispuesto a recibir la ordenación sacerdotal, le dijo: “Álvaro, ¿te das cuenta de que vas a perder personalidad? Ahora eres un ingeniero prestigioso y, después, vas a ser un cura más.” Le conmovió la respuesta que recibió:”Señor obispo, la personalidad hace muchos años que se la he regalado a Jesucristo.”

Tras estos brevísimos rasgos sobre una vida de gran contenido, me queda la sensación de haber dicho muy poco sobre Álvaro del Portillo, al que tuve la alegría de conocer. Un hombre bueno y fiel que será beatificado el 27 de septiembre en Madrid, su ciudad natal. Se espera un acto al que acudirán gentes de distintos países ya que fue muy querido y lo sigue siendo en el recuerdo de miles de personas que acuden a su intercesión ante Dios para tratar de superar problemas personales, familiares, de trabajo, etc. Entre cuantos le trataron, la coincidencia es unánime: fue un hombre bueno y fiel, pleno de cariño, que infundía paz y sosiego.