Madrid/ESPAÑA.- El Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, presidió ayer en la Iglesia de Santa Bárbara una Eucaristía con motivo del comienzo del curso del Año Judicial. La solemne celebración estuvo concelebrada por Silverio Nieto, director del Servicio Jurídico Civil de la Conferencia Episcopal Española.
En su homilía, destacó que “participar en esta Eucaristía de comienzo del Año Judicial ofrece a Dios el reconocimiento de que estamos viviendo en la atmósfera y en el clima hondo, espiritual, no visible pero real, del Espíritu Santo que se nos ha dado y reconociendo que si respondemos a esa gracia, acertamos no sólo en general en el camino de nuestra vida personal, familiar, sino también muy específicamente en el camino de nuestra profesión”.
En este sentido, hizo referencia al discurso del Santo Padre en el Bundestag de Berlín, cuando visitó el pasado año Alemania, y recordó que “dio una reflexión muy honda sobre los fundamentos antropológicos y teológicos del derecho”. En sus palabras, el Papa habló de Salomón, que “le pide un corazón que sepa escuchar la verdad profunda del hombre y la verdad profunda también de la alianza de Dios con el hombre” y consideró necesaria la aplicación de este precepto “a los que ejercen el poder político en el momento actual de la humanidad y dentro del sistema que regula la comunidad política y el Estado moderno y contemporáneo”.
El Cardenal se preguntó: “¿Se puede legislar, se puede construir derecho sin que el corazón -y no sólo la mente ni la inteligencia ni la razón- esté dispuesto a oír la voz o la palabra que nace y que emerge de la realidad creada?”. “La historia moderna del Derecho, sobre todo, en esa versión del positivismo jurídico, desde distintas formas y variantes, a veces ha hecho olvidar que lo que es verdad en la justicia y en la aplicación de la misma. Exige algo más que un ejercicio mecánico de la razón que la aplica. Y exige que el corazón del hombre y el corazón de los que ejercen esa responsabilidad se abra a la verdad de la justicia, a la verdad del Derecho, que tiene una fuente de conocimiento, que no es precisamente -el Papa lo dice muy claramente en ese discurso- lo que puede llamarse el derecho sagrado de las religiones, de la historia de la humanidad, sino esa verdad de la justicia que la razón con un corazón bien dispuesto puede conocer y reconocer en la naturaleza misma de las cosas y en la naturaleza misma del hombre”. Y es que “hay una verdad primera que debe determinar lo que decida la mayoría pero no al revés”.
“¿Es tan difícil después de la historia de España, de Europa, contemporánea, y todavía la más antigua, sobre todo desde el momento mismo o desde el punto de partida de su época cristiana, no querer reconocer al Espíritu Creador, que habla por la naturaleza, que la razón capta?”, decía el Santo Padre en su discurso. “Quizá no en toda su hondura y en su profundidad y, por supuesto, no en su concreción coyuntural, diaria, de época a época, de año a año, país a país pero con el fondo de los principios fundamentales que tienen que ver con la verdad antropológica del Derecho más honda sí que lo hace y lo puede hacer”, afirmó el Cardenal.
A su juicio, sólo “cuando el corazón se abre a la voz de Dios, la que habla por la naturaleza, cuando se atreve incluso a poner el oído atento a lo que le ha hablado Dios a través de la historia, sobre todo a través de Cristo, entonces sí se puede conocer la verdad de la justicia y del Derecho”. “Comenzar un curso nuevo los profesionales del Derecho, que ejercen su actividad profesional desde tan altos puestos de responsabilidad en la vida de España, en la comunidad política de España, en el pueblo y la nación de España, y a estas alturas de la historia, pedir al Señor que les dé y que nos dé un corazón que sepa oír, es una buena petición”.
Y concluyó refiriéndose a San Genaro, “un santo muy popular en España y en todo el sur de Europa, que nos recuerda la época en que los cristianos defendiendo la verdad, también la verdad de la creación, dieron la sangre por esa verdad, que es la verdad de Cristo y nos recuerda que defender la verdad, ser testigos de la verdad, vivir en esa plenitud, sigue exigiendo muchas veces martirio, renuncia de uno mismo y disposición para el martirio”. “Que la Virgen Ntra. Sra., nos ayude a acernos a esa sabiduría, que es el Hijo, y a vivirla en esta Eucaristía que estamos celebrando”.
