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Una semana con el Papa

Sun, 28 Aug 2011 19:59:00
 
EL UNIVERSO

CAMINEO.INFO.- Guayaquil/ECUADOR.- Veintiún días antes de iniciar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que arrancó el 16 de este mes, se rompió los ligamentos de la pierna derecha jugando fútbol con amigos de la iglesia María Auxiliadora, ubicada en el sur de la ciudad.

En principio la situación lo desmotivó, puesto que planeaba asistir a la cita mundial de los jóvenes con el papa Benedicto XVI en Madrid. Sin embargo, luego de varios días José Romero decidió que ese dolor que le provocó su accidente podía ofrecérselo a Dios como un sacrificio y el mejor escenario podía ser la sede de la 26ª JMJ.

Fue así que el 10 de agosto salió desde Guayaquil en un vuelo directo de la aerolínea LAN hacia la capital española, junto con 73 peregrinos más que integran el movimiento apostólico Camino Neocatecumenal, que se encarga de la formación espiritual de los cristianos.

“Se hizo difícil. Fue humillarme un poco. Todos me veían, asumo que se preguntaban ¿qué le habrá pasado? Pero pude ver lo que es el amor de Dios a través de lo que me pasó”, expresa con convicción Romero, de 20 años.

Es que depender de una silla de ruedas para poder movilizarse le permitió estar a 50 metros del papa Joseph Ratzinger, en la vigilia de adoración a Dios que se desarrolló el pasado 20 de agosto en el aeródromo Cuatro Vientos de Madrid.

“Muchas personas no pudieron ni siquiera verlo a través de las pantallas y yo gracias al amor que Dios tiene conmigo pude estar justamente ahí”, dice aún con emoción.

Ese día hubo extremas variaciones climáticas, pues en la mañana y tarde hubo un sol inclemente. Por ejemplo, cerca del mediodía la temperatura alcanzó 40° C. Romero y sus 73 compañeros llegaron al aeródromo cerca del mediodía.

“Teníamos nuestras botellas de agua y cuando se nos acababa, las íbamos a llenar nuevamente en los bebedores ubicados en la parte trasera, donde había unas filas inmensas”.

Ya al ocultarse el sol, pasadas las 21:00, el cielo madrileño empezó a cubrirse de nubes. Se avizoraba un aguacero acompañado de un vendaval.

Alrededor de las 21:30, la lluvia sorprendió a los peregrinos y al propio Benedicto XVI, que tuvo que detener la homilía.

“Lo que nos sorprendió a la mayoría es que el papa nunca se retiró, a pesar de que estaba lloviendo. Cuando él nos dijo que empecemos a orar, la lluvia paró”, relata José Zúñiga, quien a sus 23 años ha participado en dos encuentros mundiales con el sumo pontífice.

Agrega que el miedo se apoderó de algunos que optaron por guardar sus cosas y meterse en sus sleeping bags o carpas. No obstante, luego de pocos minutos volvieron a sus lugares y se juntaron a orar y cantar.

“Sí tuve miedo, pero al oír el grito de los peregrinos me contagié de valor y dije: No va a pasar nada”, expresa Jesé, hermano de José Zúñiga.

Unos 30 minutos más tarde, Benedicto reanudó la celebración con la frase “el Señor con la lluvia nos manda bendiciones”, y cuando ya estaba retirándose de la tarima, la lluvia cayó otra vez, recuerda.

Las secuelas de la variación climática se pudieron constatar al día siguiente, cuando después de la misa de clausura que se ofició a las 09:30 no hubo comunión.

La tormenta había arrasado con las carpas en donde se almacenaban las gavetas que contenían las hostias.

Para Jesé, de 18 años, fue una experiencia grata evangelizar junto con el grupo de jóvenes del movimiento Camino Neocatecumenal de Ecuador, en el barrio Palomeras Altas, en las afueras de Madrid.

En este mismo sitio, Francisco José Gómez de Argüello, quien también participó en la JMJ, fundó en 1960 este movimiento apostólico, tras superar una crisis existencial que lo llevó a dejar de lado el catolicismo. “Nos organizamos por parejas, cada uno habló con unas cinco familias”, refiere Jesé.

Añade que durante esa actividad, él y su hermano se encontraron en la calle con dos adultas mayores a quienes se presentaron diciendo: “Queremos comunicarles que Dios nos ama y está hoy entre nosotros”. A lo que las señoras respondieron: “Claro, nosotros sabemos que Dios es amor”, y de inmediato sacaron de sus carteras revistas religiosas que llevaron a los chicos a concluir que las mujeres eran testigos de Jehová.

Según Jesé, las señoras fueron amables, pero cuando empezaron a hablar, “de la nada” apareció otra que les dijo: “Dejen tranquilos a los chicos”. Esto provocó fricción entre ellas. “Luego la señora se fue y nos quedamos con las dos a las que nos dirigimos primero unos cinco minutos más”, agrega.

La enseñanza que les quedó a los jóvenes es el respeto que se debe tener para con las personas sin importar su credo.

Pero así como hubo experiencias de oración y meditación, ecuatorianos como Paulina Ramírez también pasaron momentos de temor.

La noche del domingo 21 de agosto, mientras esperaba su turno en un local de comidas rápidas en el centro de Madrid, un hombre se le acercó a emitir críticas del evento.

“Primero empezó a hablar solo, pero después se dirigió hacia mí, yo trataba de esquivarlo y no le contestaba, pero luego me empezó a hablar al oído. No aguanté y me puse a llorar”, expresa la joven de 20 años.

El ‘hostigamiento’ duró ocho minutos. Al notar que estaba llorando, una de las siete amigas que la acompañaban llamó a su mamá para que acudiera al lugar y ‘pare’ al individuo.

“Mi mamá llegó y le habló al hombre, hasta que se cansó y se fue”, explica, y cuestiona que haya gente que actúa en contra de quienes creen en Dios.

Con tantas anécdotas, ellos retornaron al país el martes. Su compromiso de compartir la palabra de Dios con el prójimo es mayor desde la cita, dicen.

Textuales: Peregrinos
María José Villacreses
Estudiante Universitaria
“Fue una peregrinación en todo el sentido. Hemos dormido pocas horas y caminado muchos kilómetros en pleno sol. Esto ha ayudado a mi alma”.

Vinicio Rojas
Exseminarista
“Yo fui a la peregrinación buscando una respuesta. Estoy llamado a algo y quiero servir a Dios”.







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