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Ver y Creer: “El Purgatorio sí existe”

Thu, 19 Jun 2014 07:30:00
 

Las Sagradas Escrituras evidencian frecuentemente que nadie -manchado por la culpa- puede ver al Creador, y en el Evangelio Jesús proclama que son "bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios", explicando así que es posible obtener, durante la vida, esa pureza de corazón.

Dios perdona los pecados a todo aquel que pide perdón ¿Y al que no? Pues no, a ese no, porque Dios no perdona a nadie en contra de su propio deseo; por ello es preciso pasar por el confesionario para celebrar allí el sacramento de la Reconciliación con Dios. El que muere en pecado, se condena; el que muere en gracia de Dios, es salvado; y el que muere sin pecado aunque con culpas, debe pasar por el proceso de purificación en el Purgatorio para quedar limpio de corazón, es decir, sin culpas.

La teología protestante niega la existencia del Purgatorio y sostiene que la Escritura no contiene ninguna referencia directa a ese estado de purificación posterior a la muerte; pero no es así, pues el texto del Evangelio de san Marcos es contundente: "Yo les aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca; antes bien será reo de pecado eterno" (Mc 3, 28-29). La enseñanza de Jesús es clara, pues si hay "reos de pecado eterno" hay también "reos de pecado temporal". Los primeros en el infierno, los segundos en el Purgatorio.

San Gregorio Magno sostiene que "Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 32). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este mundo, pero otras en el mundo futuro" (Cfr Dialogi 4, 41, 3).

El Catecismo de la Iglesia enseña que "El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama pena eterna del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas, que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la pena temporal del pecado" (Cfr 1472).

La doctrina relativa al Purgatorio ha sido formulada por la Iglesia en los concilios de Lyon, Florencia y Trento. Esta doctrina puede resumirse en cuatro puntos:

-El tiempo de merecer o desmerecer termina con la vida.

-Existe una purificación después de la muerte.

-Los difuntos que se hallan en purificación pueden ser ayudados por las oraciones de los vivos.

-Con el juicio universal terminará el estado de purificación.

El Magisterio de la Iglesia considera que todo cuanto se aparte de estos cuatro puntos pertenece al campo de las especulaciones teológicas, que han cambiado y que pueden cambiar según la mentalidad de la época, sin que se vea afectada esta doctrina.

En nuestro tiempo suele pensarse que la idea de la existencia del Purgatorio es cosa del pasado. Tampoco es así… La vidente María Simma -una de las pocas místicas auténticas de nuestro tiempo- en sus relatos compendiados en el libro titulado "Ayúdennos a salir de aquí", sostiene que "Hoy en día se enseña muy poco acerca del Purgatorio; y la ignorancia puede llevar hacia la curiosidad y a prácticas de ocultismo. El Purgatorio es un lugar y una condición en que cada alma vive cuando necesita todavía expiar y reparar los pecados cometidos durante su vida, antes de poder llegar a Jesús en el Paraíso. Es también un tiempo de espera, en el que las almas anhelan a Dios, y este deseo no apagado es su sufrimiento más grande. Todas las almas, en cualquiera de los tres niveles del Purgatorio en que se encuentren, tienen esta experiencia, incluso a las que les falta poco para ser liberadas y poder ir al Paraíso". También sostiene, en consonancia con el Magisterio de la Iglesia, que "cuando morimos ya no podemos hacer el bien porque en el Purgatorio ya no es posible ganarse ningún mérito ni hacia Dios ni hacia el prójimo".

Como solución inmediata mientras todavía estemos por aquí, en este mundo, la Iglesia nos ofrece el don de la Indulgencia para obtener ante Dios la remisión de la pena temporal por los pecados ya perdonados. ¡Todavía estamos a tiempo…!







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