SEMBRADOR DE PAZ

Volviendo al momento actual, Rosalinda Corbi, coordinadora de la actividad "Harambee" (todos a una), manifestó en una entrevista, que parecía necesario compartir el don de esta beatificación con las personas que más lo necesitan y que, por lo tanto, invitaba a todos los participantes en ella a realizar donaciones y, en concreto, a "Harambee África Internacional" para llevar a cabo cuatro proyectos médicos y educativos en el África Subsahariana. Álvaro del Portillo visitó muchos países e impulsó diferentes iniciativas que han beneficiado a miles de personas y, ahora, serán ampliadas con la aportación de personas venidas a Madrid desde ochenta países.

Álvaro del Portillo tenía una gran capacidad intelectual que, quizá, quedaba algo oculta para personas que no le conocían mucho, ya que en él destacaba enseguida la humildad y, por supuesto, su gran cercanía con todas las personas. Era delicado en el trato y siempre procuraba sembrar paz y alegría. Al mismo tiempo, vivía la fortaleza hasta el punto de que san Josemaría le llamaba, a veces, "saxum" (roca) ya que podía apoyarse en él y en ocasiones, en circunstancias muy difíciles, ya que era muy exigente consigo mismo.

La verdad es que pensaba contar algunas anécdotas de su vida pero al leer la carta enviada por el Papa Francisco a D. Javier Echevarría, prelado actual del Opus Dei, he cambiado de opinión y voy a reproducir parte de esta carta, leída en el acto de beatificación. Al referirse a Álvaro del Portillo, dice: "Su beatificación tendrá lugar en Madrid, la ciudad en la que nació y en la que transcurrió su infancia y juventud, con una sencillez forjada en la vida familiar, en la amistad y el servicio a los demás, como cuando iba a los barrios para ayudar en la formación humana y cristiana de tantas personas necesitadas. Y allí tuvo lugar el acontecimiento que selló definitivamente el rumbo de su vida: el encuentro con san Josemaría Escrivá, de quien aprendió a enamorarse cada día más de Cristo. Sí, enamorarse de Cristo. Éste es el camino de santidad que ha de recorrer cada cristiano: dejarse amar por el Señor, abrir el corazón a su amor y permitir que sea Él el que guíe nuestra vida."

Continúa el Papa Francisco recordando una jaculatoria que acostumbraba a decir Álvaro del Portillo: "Gracias, perdón, ayúdame más." Comenta el Papa cada una de estas palabras: "En primer lugar, gracias. Es la reacción inmediata y espontánea que siente el alma frente a la bondad de Dios. No puede ser de otra manera. Él siempre nos precede. Por mucho que nos esforcemos, su amor siempre llega antes, nos toca y acaricia primero, nos primerea." Continúa más adelante: "Álvaro del Portillo era consciente de los muchos dones que Dios le había concedido, y daba gracias a Dios por esa manifestación de amor paterno. Pero no se quedó ahí; el reconocimiento del amor del Señor despertó en su corazón deseos de seguirlo con mayor entrega y generosidad, y a vivir una vida de humilde servicio a los demás. Especialmente destacado era su amor a la Iglesia, esposa de Cristo, a la que sirvió con un corazón despojado de interés mundano, lejos de la discordia, acogedor con todos y buscando siempre lo positivo en los demás, lo que une, lo que construye. Nunca una queja o crítica, ni siquiera en momentos especialmente difíciles, sino que, como había aprendido de san Josemaría, respondía siempre con la oración, el perdón, la comprensión, la caridad sincera."

La carta del Papa continúa analizando la petición de perdón y la de ayuda. Finaliza diciendo que cualquier cristiano que sea consciente de su flaqueza humana y de sus límites puede confiar en la misericordia de Dios y, además, quiere que todos los seres humanos, sus hermanos, la experimenten también. Y anima a no tener miedo de ir contracorriente y de sufrir por anunciar el Evangelio.