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«La gente ni se imagina lo felices que estamos»

Sun, 15 Jun 2014 23:15:00
 
Antonio Moreno / Diócesis de Málaga

En la Fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus. Un día en el que se recuerda particularmente a las religiosas de Vida Contemplativa. Antonio Moreno entrevista a la superiora del monasterio de las mercedarias de Málaga para saber más de esta opción de vida cristiana.

La madre Mª Carmen Yoldi es de Pamplona, pero lleva 36 años en nuestra diócesis. Es la superiora del Monasterio de Ntra. Sra. de la Merced, en Málaga capital, cuya comunidad está compuesta por cinco hermanas. Junto a ella, dos malagueñas, una colombiana y otra guatemalteca.

Fieles a su carisma mercedario, estas religiosas tienen una profunda vocación redentora y liberadora. Si bien, desde el siglo XIII, los primeros mercedarios la llevaban a cabo ofreciéndose como rehenes en lugar de los cautivos en manos de los musulmanes, hoy en día siguen sosteniendo este carisma mediante la oración por las nuevas «prisiones» del mundo de hoy. Para la superiora, «hoy en día están la droga, el dinero, el placer, las familias deshechas... Hay muchas cautividades modernas. Aunque parezca que no, la gente tiene fe, y lo demuestra porque viene a pedir oraciones, consejo... Y con ese poco de fe que tienen ya el Señor les ilumina o les da fortaleza o cualquier puntito de esperanza o de luz. En el fondo creen y esperan y confían. Sí, tienen sed de Dios, sí».

Una vida entregada a la oración y al trabajo doméstico, que no es poco en una casa tan grande. Cocina, limpieza, jardinería y hasta albañilería, trabajo este último que realizan naturalmente las hermanas más jóvenes y que recientemente les ha llevado a descubrir, picola en mano, una antigua arcada de ladrillo que había permanecido oculta por obras posteriores. «Aquí no paramos, señalan. La gente se extraña de que estemos tan contentas, de la alegría que tenemos. Las personas andan buscando algo que no encuentran. Aquí hay mucho silencio. No se oye nada, ni coches. El mundo está lleno de ruido, hay mucho barullo. La gente no se piensa ni se imagina lo felices que estamos aquí nosotras».

Lejos del ruido

Que se puede ser muy feliz lejos del mundanal ruido no es sólo un tópico, son muchos los ciudadanos que están optando por huir de esta sociedad acelerada y volver al silencio, al mundo rural, a la vida sencilla. Es lo que se conoce como movimiento «slow», que encuentra su solución menos radical en la proliferación de spas y centros de tratamiento antiestrés.

Pero no es la huida lo que ha movido a estas religiosas a encerrarse en un convento: «no es por escapar del mundo ni nada de eso –señala la madre Telsa– sino que es una llamada del Señor. Y eso no es una cosa que se decide de hoy para mañana. Eso se va formando lentamente dentro de ti hasta que ya se toma la decisión de venir. Hay que dejar familia y tierra, pero el Señor da las fuerzas necesarias. Cuando llama, llama; y no se puede decir que no, ya no hay vuelta atrás. Ni tampoco se arrepiente uno luego, sino que se vive con alegría».

El menú del día en el que nos reciben: potaje de lentejas, de primero y, de segundo, relleno de Navarra, una especie de morcilla de color amarillo que le han mandado a la superiora desde su tierra. «Comemos de todo, pero yo soy más de cuchara», reconoce la madre Ma Carmen. Desde la ventana de la cocina se ve el patio donde crece, lozano, un níspero repleto de frutos que recogen con devoción, como si fuera maná, dos de las hermanas.

La comunión se respira en el ambiente, a pesar de la diferencia de edad y de culturas. «Vivimos como en una familia –señalan-. Nos complementamos unas a otras con nuestras diferentes culturas, nuestras cualidades. Lo que le falta a una lo tiene la otra y nos vamos complementando. También nos vamos corrigiendo mutuamente para poder vivir en comunidad. Nos cuesta cuando se dice la verdad pero hay que aceptarlo porque a través de ello mejora la comunión».







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