CAMINEO.INFO.- ¿Cómo podemos distinguir entre una injusticia y una desventura?
¿Qué podemos aprender del sentimiento de injusticia que experimentan las víctimas de una calamidad? Judith Shklar, distinguida teórica política, sopesa éstas y otras cuestiones, formulando una nueva teoría moral y política de la injusticia, que abarca no sólo los actos deliberados de crueldad sino también nuestra propia indiferencia ante ellos.
¿Cuándo una desgracia es un desastre y cuándo constituye una injusticia?
Intuitivamente, la respuesta parece bastante obvia. Si el acontecimiento luctuoso ha sido causado por las fuerzas de la naturaleza, es una desgracia y, consecuentemente, hemos de resignarnos al sufrimiento. Ahora bien, si algún agente malintencionado, humano o sobrenatural, lo ha ocasionado, entonces se
trata de una injusticia y debemos expresar nuestro escándalo y nuestra indignación.
No obstante, la experiencia real esta distinción, a la que tan fervientemente nos aferramos, no nos aporta mucho. Las percepciones de las víctimas y de aquellos que, aunque remotamente, pudieran ser verdugos tienden a ser muy diferentes. Ahora bien, la línea de demarcación entre lo natural y lo humano tampoco es totalmente irrelevante. La cultura, con su omnipresencia, puede actuar sobre nosotros de una manera muy parecida a como lo hace el medioambiente y no es más fácil –al contrario, puede ser más difícil- de controlar y modificar. El ejemplo más obvio es la pigmentación, que es algo ciertamente natural, pero nada de lo que significa tener piel oscura en Estados Unidos lo es. Tener piel oscura en este país es una condición social, no natural. Y hay quien ha considerado la piel oscura como una desgracia, como una injusticia o incluso que lo ha tratado como ambas cosas.
«Una meditación provocativa sobre el significado y alcance de la injusticia humana -sus variedades y su relación tanto con la psicología humana como con la desigualdad social y económica» Martha Nussbaum, New Republic.
En lugar de esto, Judith Shklar argumenta que la diferencia entre desgracia e injusticia a menudo implica nuestra disposición y nuestra capacidad para actuar o no actuar en nombre de las víctimas, para culpar o absolver, pata ayudar, mitigar o compensar, e incluso para mirar hacia otro lado.
«Una investigación sobre la injusticia sumamente sutil, multidimensional, profundamente perspicaz desde el punto de vista psicológico, históricamente autoconsciente al más alto nivel y escrita en un estilo que es a la vez irónico, escéptico y lleno de encanto» John Gray, Times Literary Supplement.
Judith Shklar (1928-1992) nació en Riga, capital de Letonia, en el seno de una familia judía de cultura alemana. Su juventud estuvo marcada por constantes huidas que llevaron a la familia a emigrar a Suecia, Japón y Canadá, donde finalmente se instalaron no sin antes pasar por un centro de detención de inmigrantes ilegales en Seattle. Tras doctorarse en la Universidad de Harvard, Shklar se convirtió en la primera mujer catedrática del departamento de Ciencia Política. En 1990 se convertiría también en la primera presidenta de la Asociación Americana de Ciencia Política.