CAMINEO.INFO.-Los ancianos solitarios y sin familiares cercanos, aunque se encontraran bien de salud, encontraban su asilo definitivo en la casa de dos dulces ancianas. Unas viejecitas incapaces de matar a una mosca, pero atrevidas en exceso cuando tenían ante sí a un anciano solitario. Sí, osadas hasta el extremo de poner punto y final a la vida de esos pobres ancianos solitarios. Eso sí, estos morían sin darse cuenta, dulcemente, tras beber una copa de vino con un poco de arsénico y una pizca de cianuro.
Los enfermos terminales, y más aún si estos son ancianos y sin familiares cercanos, encontrarán su asilo definitivo en los hospitales de una dulce ministra de Sanidad. Una ministra incapaz de matar a una mosca, pero atrevida en exceso cuando tiene ante sí a un bebé no nacido o a un enfermo desahuciado. Sí, osada hasta el extremo de ordenar por ley el punto y final a la vida de esos pobres desgraciados.
Pero la historia pone a cada uno en su sitio y por eso estas dos dulces ancianas; cuyas acciones homicidas por compasión fueron comparadas, que no superadas, por las realizadas por un hermano suyo condenado por doce asesinatos; acabaron sus días sobre esta tierra internadas en un centro psiquiátrico.
Pero la historia pone a cada uno en su sitio y por eso esta dulce ministra de Sanidad; cuyo Ministerio es responsable indirecto de la muerte de cientos de miles de seres inocentes y va camino de superar todos los holocaustos habidos y por haber; acabe quizás sus días encabezando las líneas de la página más triste y negra de nuestra historia. ¿No creen?