La otra crisis: Atrevimiento laicista

CAMINEO.INFO.-Uno, que es maestro y que se pasaba veinticuatro horas semanales dentro del aula, no sale de su asombro ante la catadura moral de algunos sindicatos quejicosos que dicen defender los intereses de los profesores madrileños, los que ahora han de estar veinte horas ante sus discentes en vez de las dieciocho de cursos pasados. Y uno no sale de su asombro porque las causas del actual fracaso escolar poco tienen que ver con la medida tomada por la consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
Uno, que es maestro, no sale de su asombro ante el anuncio de “huelga indefinida” que ha realizado un sindicato madrileño, un paso más en el camino irracional iniciado por las asociaciones radicales que tratan de imponer sus “ideas progresistas” y conseguir aquello que los votos no lograron: que la derecha deje el poder.
Uno, que es maestro y que no sabe casi nada de pocas cosas, no ignora que desde tiempos inmemoriales lo divino ha formado parte de la vida de todas las comunidades humanas y que el querer imponer una sociedad sin Dios es también una ideología, una especie de religión laicista, que merece tantas o más críticas que cualquier otra creencia.
Por eso causa estupor y sospecha que alguna de las pancartas de las movilizaciones sindicales por las veinte horas apareciera con el lema siguiente: “mentes libres, sociedad laica”. ¿Pero qué se han creído? ¿No resulta un poco presuntuoso afirmar que los creyentes tienen la “mente esclava” y que ellos, los laicistas, no? ¿No es verdad que son ellos, los laicistas, los únicos que tratan de imponer su ideología a la sociedad entera, los únicos que se creen dueños y señores de lo público como si un poder divino así lo hubiera determinado?
Libertad, palabra prostituida por esos que cercenan los derechos de los que piensan diferente, por esos que han desprestigiado la labor paterna y se han arrogado con el derecho primigenio de educar a sus hijos. Laicismo, deseo patente de personas con ideas integristas y dispuestas a imponer su ideología cueste lo que cueste, como si de un dictador de tres al cuarto se tratase. Ahí queda eso.