Algunos padres no saben qué es lo que les pasa y cómo es posible que, sin preocupaciones graves ni ahogos económicos excesivos, no acaben de salir de una monotonía que ahoga cualquier atisbo de felicidad.
Una monotonía que gira alrededor de los hijos y de sus propios proyectos personales y profesionales. Tienen la sensación que su generosidad no puede dar más de sí, pues a su familia no le falta de nada y la sonrisa acude a los labios de sus hijos sin demasiada dificultad.
Y como estos padres andan metidos en una marcha continua, donde todos los días parecen ser iguales, son incapaces de pararse a reflexionar, de mirar atrás y recordar la ilusión vivida en el día de su boda, durante el viaje de novios o con la llegada de los hijos. Olvidan que estas grandes ilusiones pueden ser revividas hoy en día, con mayor intensidad si cabe.
Sí, pueden renovar las promesas que realizaron el día que se casaron, irse juntos de viaje y, claro que sí, lograr que su generosidad dé más de sí con la llegada de un nuevo hijo que, a buen seguro, consolidará su amor y les inundará de una felicidad ya olvidada.