El escándalo farisaico ha estallado tras conocerse que la mayoría de aspirantes a la bolsa de maestros de la Comunidad de Madrid no ha superado la prueba de cultura general. Una prueba preparada a partir del temario que los niños cursan en Primaria.
Y es que los sabelotodo que ahora se rasgan las vestiduras, criticando los planes de estudio de las Facultades de Magisterio, olvidan que esos maestros titulados, antes de poder matricularse en la universidad, tuvieron que aprobar Primaria, Secundaria, Bachillerato y también una prueba selectiva. Y es que nos enfrentamos a una dejación educativa constante y continuada, que afecta a todos los niveles educativos y que, en última instancia, habrá que achacar a unas leyes educativas deficientes que imperan y se retroalimentan en una sociedad adormecida y mediocre.
Las familias han perdido el protagonismo educativo que les correspondería por derecho y han delegado su obligación formativa en la escuela. Es por eso que los docentes se ven desbordados ante esta gran responsabilidad de formar y educar en todos los ámbitos de la vida a sus alumnos. Y así van pasando los años, trampeando y pasando de curso con los contenidos cogidos con alfileres, hasta que nuestros jóvenes se plantan en la Universidad, donde son acogidos con los brazos abiertos. Porque, lo queramos o no, nuestra Universidad se ha convertido para algunos en un negocio más, público o privado, donde se mercadea y se trata de atraer a cuantos más alumnos mejor, aunque para ello se tenga que bajar el nivel académico o renunciar al noble ideal fundacional.
El escándalo farisaico ha estallado y no debería afectar solo a los maestros madrileños, pues si ese cuestionario de cultura general se pasara en cualquier otra oposición, de cualquier rama profesional y en cualquier comunidad autónoma, el fatal resultado sería similar. Que hagan la prueba y verán. ¿No creen?
