A veces; o quizá de forma continuada; valdría la pena parar nuestra frenética marcha y reflexionar un poco. De ese modo podríamos caer en la cuenta y advertir que no todo vale en el mundo de los negocios, ni aunque nos encontremos sumidos en una crisis que no es tan solo económica.
Y es que algunos, de forma sutil, tratan de vendernos lo que jamás necesitaremos ni anhelaremos. Y digo de forma sutil, pues saben dónde están los límites y el perfil de su posible clientela. Aunque, claro está, siempre hay excepciones y gente que se pasa de tan lista que es. Y no es que ofrezcan potentes coches a niños menores de edad o excursiones a la luna a personas que padecen claustrofobia y encima están desempleadas. No, nada de eso.
Bicicletas, discos duros, tendederos, pendientes, vajillas, llaveros, sartenes, rosarios, delantales, pulseras, botellas de vino, variedad de CD y DVD… Los periódicos nos ofrecen a diario una gran variedad de productos la mar de simpáticos que nos animan a comprar prensa de vez en cuando. Aunque, claro está, siempre hay excepciones de mal gusto. Y me refiero a esos sutiles anuncios que conviven con nosotros a diario. Esos que denigran a las mujeres, que publicitan la trata de personas y la esclavitud y que insultan gravemente a los lectores. Y es que, siempre de forma sutil e implícita, los consideran "dignos" de recibir semejante publicidad y clientes en potencia de lo allí anunciado. ¡Qué tristeza y qué vergüenza!