No todo está perdido, pues a muchos les sigue emocionando la limpia mirada y la inocencia de los niños. Una mirada que también tienen esas personas adultas que no han renunciado a ser felices y que son capaces de esperar y de entregarse sin medida alguna, con el compromiso por delante.
Por eso uno no entiende cómo es posible que José Manuel Vidal y Jesús Bastante escriban en su libro “Francisco, el nuevo Juan XXII”; con prólogo de José Bono, ahí es nada; que uno de los asuntos pendientes del nuevo Santo Padre sería revisar la moral sexual que la Iglesia defiende desde siempre y llegar a una “ética de mínimos”, tal y como predica el que debe ser su teólogo de cabecera, el sacerdote suizo Hans Küng.
Y uno no lo entiende porque esta pretensión de “revisar la moral sexual” contradice lo dicho por el mismo Jesús: “Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Al igual que ocurre con esa “ética de mínimos” y el “sed perfectos, como mi Padre celestial es perfecto”.
Otra vez se cumple aquel refrán de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Otra vez vuelven a surgir voces reformadoras que olvidan que la Iglesia la formamos todos los bautizados, no solo la curia, y que esa reforma ha de empezar en el corazón de cada uno de sus fieles. Porque es más que seguro que las iglesias no se llenarán aunque; tal y como indican los “expertos de información religiosa”, José Manuel Vidal y Jesús Bastante; el nuevo “papa” (siempre con minúscula en su libro) plantee tratar temas “pendientes” para que la Iglesia “no sea barrida por la historia”: el sacerdocio femenino, el uso de métodos anticonceptivos, el control de la natalidad, la homosexualidad, el divorcio, el aborto, la “escucha” a esos “teólogos” vetados por Juan Pablo II y Benedicto XVI…
No todo está perdido, aunque los agoreros de siempre traten de imponer, por enésima vez, sus teorías religiosas, sin tener en cuenta que el Espíritu Santo asiste y asistirá siempre a la Iglesia hasta el final de los tiempos.