Mientras hay vida, hay esperanza. Y más todavía si el Gobierno de España cede a las presiones callejeras, y políticas, y accede a legalizar, tal y como han hecho en Andalucía, las expropiaciones de los pisos de bancos e inmobiliarias. La idea es salvaguardar los derechos de los ciudadanos que, por no poder pagar lo acordado, quedan expuestos a quedarse en la calle.
La esperanza resurgió en su corazón, pues el futuro pasaba a ser gris, que no negro. La razón pasaba a estar de su lado y no en aquellos consejos y advertencias de familiares y amigos. Y es que a todos les pareció una locura que dejara su trabajo y montara aquel negocio o que vendiera su pisito “de protección oficial” y se embarcara en la compra de un caserón de ensueño.
Los ahogos iban a pasar y por fin podría mirar a los ojos a los demás. Lo tenía más que claro, y encima la ley estaba a su favor: Dejaría de pagar el alquiler mensual del local donde había montado su comercio y también la hipoteca de su flamante casa. Después… ¡a pedir la correspondiente expropiación!
Mientras hay vida, hay esperanza… aunque a partir de ahora, si el Gobierno cede al fin, desaparecerán los préstamos hipotecarios, se endurecerán las condiciones de alquiler y reinará la anarquía en un Estado que algunos desean sea totalitario.