Uno no sale de su asombro ante tanta hipocresía y tanta demagogia. Y es que algunos españoles han errado de profesión, pues su verdadera vocación profesional gira alrededor de la fantasía y de la magia negra. Y por eso son capaces de sacarse de la chistera una serie de derechos impensables, inexistentes e inhumanos.
Así es. Primero nos impusieron ese terrible “derecho” a decidir si un bebé merece o no nacer; una imposición que se hizo ley con el aborto libre y que ahí sigue. Y ahora nos vienen con esa otra invención: el derecho a ser madres… ¡y gratis!
Cuando apartamos a Dios de nuestras vidas, endiosamos al hombre y tratamos de hacer realidad todos los caprichos que se nos ocurren. Perdemos el norte y somos capaces de caer en las contradicciones más terribles: justificar el aborto y exigir la maternidad gratuita y contra natura. Cuando no miramos más allá de nuestro ombligo, rayamos la locura y perdemos el norte. Pensamos que encontraremos la felicidad si los poderes políticos y la sociedad entera se pliegan a nuestras exigencias egocéntricas.
Uno no sale de su asombro, pues hemos invertido los sujetos de derecho. Es el bebé no nacido el que tiene derecho a la vida y a tener un padre y una madre. Y no nosotros, por mucha divinidad que pensemos tener, los que tenemos derecho a abortar o a que nos fabriquen un hijo en un laboratorio con subvención o sin ella.
Y es que cuando prescindimos Dios, el hombre queda profundamente dañado en su dignidad y se encuentran justificaciones para cualquier aberración. Aunque no hay mal que por bien no venga, pues esa es otra prueba irrefutable de su existencia. Por sus obras los conoceréis…