El ser humano es capaz de cometer, una y otra vez, el mismo error y más aún si uno no sufre directamente las consecuencias negativas de sus fatales decisiones, pues se encuentra sentado en su despacho y protegido por el ejército mejor dotado del planeta.
Ahí tenemos al presidente americano, al señor Obama, tan contrario a George Bush y a la guerra de Irak y tan interesado en iniciar otro conflicto armado en Siria. ¿Pero a qué santo los estadounidenses se creen los dueños del mundo y autorizados a realizar golpes de estado sin ton ni son? ¿Cómo es posible que ese intrusismo imperialista solo se dé en determinados países y no en otros? ¿A qué se debe esa fijación selectiva?
Ahí tenemos al Papa Francisco clamando noche y día por la paz en el mundo, pues la guerra no es la solución. El Santo Padre nos ha pedido que recemos con insistencia para que la cordura no falte en los altos mandatarios y prevalezca la paz. Además, los que antiguamente clamaron por el "no a la guerra" tienen una nueva oportunidad de hacer oír su voz y un nuevo punto de unión con el Papa Francisco, con la Iglesia Católica. Ahí queda eso.