Ahora va y nos enteramos, gracias al presidente Obama y otras personalidades políticas, que los medios justifican el fin. Sí, que no pasa nada, que las grandes potencias mundiales deben quedarse con los brazos cruzados, si en Siria mueren miles y miles de civiles inocentes acribillados a balazos o masacrados por bombas “convencionales”.
Pero ojo, esos mismos mandatarios extranjeros se autoproclamarán justicieros planetarios, licitados del todo para iniciar la Tercera Guerra Mundial, si unos cientos de sirios mueren por culpa de un “arma química”. ¿Pero de qué van? ¿No es eso discriminación e hipocresía mortal? Serán dirigentes de grandes países, con estudios en las mejores universidades, pero aún no se han enterado que la muerte violenta de una sola persona, sin importar la causa o el modo, es un atentado brutal contra toda la humanidad.
Bien haremos todos, creyentes o no, en unirnos a la iniciativa del Santo Padre Francisco de clamar por la paz con la oración y el ayuno. Dios quiera que no volvamos a “tropezar con la misma guerra” y que, de una vez por todas, el sentido común ilumine las inteligencias de esos mandamases partidarios de masacrar a Siria.