Ahí estaba Oriol, el periodista de RTVE, todo compungido él, dando la fatal noticia en directo desde Madrid para toda España: "Aquí ya no queda nadie, porque no hay nada que celebrar. Se han suspendido todos los festejos previstos…" Su rostro era la viva imagen de la desolación, sin sombra de sonrisa alguna, y más de uno, ajeno a toda la parafernalia olímpica, pensaría que estábamos ante el anuncio de otra tragedia ferroviaria. Pero iba a ser que no.
Resulta que Madrid; y otras ciudades españolas; no va a ser la sede de las Olimpiadas del 2020, pues Tokio ha sido la ciudad elegida por el COI. Y algunos todavía no se han enterado de que no se acaba el mundo por ello. Hemos sufrido una pública humillación que nos debe ayudar a centrarnos en lo que de verdad importa. Está claro que más de un deportista perderá la oportunidad de practicar a jornada completa su deporte minoritario al desaparecer las "becas olímpicas". ¿Y qué? ¡Que le quiten lo bailado! Es para dar gracias a todos los españoles; esos que pagan religiosamente sus impuestos; por la posibilidad que han tenido hasta ahora de dedicarse en cuerpo y alma a su deporte favorito. ¡Menuda suerte la suya! ¿Que ahora tendrán que buscar trabajo y compaginarlo con los entrenamientos? ¡Bienvenidos a la realidad que disfrutan la inmensa mayoría de deportistas federados de España! ¡Ahora competirán en igualdad de condiciones! Será llegado el momento de disfrutar de la práctica deportiva sin esa exigencia extrema que fuerza a algunos a hacer trampas con el dopaje. ¿Que ya no podrán conseguir récords y clasificarse para las competiciones internacionales? Como dicen los viejos del lugar… más se perdió en Cuba.
Nos hemos quedado sin las olimpiadas y, como dice un amigo mío, los que más lo lamentan no son los deportistas o la gente de la calle, sino aquellos que iban a cobrar comisiones ilegales por la licitación y concesión de obras y demás "asuntos olímpicos". Pero bien, siempre nos quedará el grato recuerdo de Barcelona'92 y el consuelo de ese dicho popular de que no hay mal que por bien no venga. Y si no, tiempo al tiempo.