La otra crisis: ¿Violencia de qué?

El señor Zapatero acaba de sacar un libro de memorias; que se suma a los publicados por Aznar, González, Guerra, Solbes, Bono…; donde nos cuenta sus aciertos y errores gubernamentales.

Todos los que vivimos sumergidos en la ignorancia, que somos la mayoría de españoles, pensamos que el mayor error del presidente Rodríguez fue no reconocer; y por ende, no poner remedio; la crisis económica que todavía hoy nos ahoga. Pues va a ser que no. Pues su peor legado, visto lo visto, es esa ideología de género que se ha colado hasta en “las mejores casas”. Prueba de ello es que hasta en la Cadena COPE se oye cada vez más lo de “violencia de género” o “violencia machista”, y no el término correcto de “violencia doméstica”. Aunque, la verdad sea dicha, depende del director de cada programa y de sus colaboradores el que se utilice el término ideologizado o el otro que va por el camino correcto.

Porque, vamos a ver, según esta ideología de género que nos invade, ¿cómo tendríamos que denominar a la presunta violencia ejercida por la madre de Asunta? ¿Violencia feminista? Según dicta la autopsia, la niña fue asfixiada con un cojín y todo apunta a que lo hizo una mujer, su madre.

Uno también recuerda; y los profesores de Secundaria serán testigos “ocasionales” de actos parecidos; a ese grupo de chicas que paseaba por el parque y obligaba, botella de cristal en mano, a arrodillarse ante ellas a todo chico que se cruzara en su camino. Uno lo recuerda porque fue testigo del guantazo que recibió uno de esos mozos que se negó a hincar la rodilla. Entonces, ¿cómo tendríamos que denominar a ese tipo de violencia? ¿Violencia feminista, de género o degenerada?

Muchos de nosotros no somos conscientes de nuestra ignorancia y desconocemos que todo ser humano, ya sea hombre o hembra, es capaz de realizar la barbaridad más grande que uno se pueda imaginar. Bien lo sabía San Agustín, cuando afirmaba lo siguiente: “No hay pecado ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad; y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado del mal”. Eso sí, a mayor fuerza física y descontrol mental, mayor y más frecuente será el destrozo que uno pueda ocasionar. Eso está claro.

Y es que la violencia de cualquier tipo ejercida por uno, no viene determinada por nuestro género, masculino o femenino, sino por el conocimiento que tengamos de nuestra condición pecadora; conocimiento que nos permitirá poner los medios adecuados para “preservarnos del mal”; y, en primer y último término, del grado de santidad de nuestra vida.