CAMINEO.INFO.- Sólo unos políticos excepcionales, tanto en la endeudada España, en la bancarrota de la recesión, como en la Europa de los mercados y las finanzas en euro-ruinas, con las máximas capacidades y responsabilidades morales e intelectuales, serían capaces de resolver la crisis institucional, política, social, económica, moral, cultural y social de Europa y de España.
Dichos políticos excepcionales, tendrían que hacer una justa distribución de la riqueza y evitar la desaparición de la clase media, hasta ahora, sostén de la producción y el equilibrio económico, social y político de España y Europa.Desde la revitalización de la clase media, se hará posible una Europa y una España de la solidaridad de los más pudientes con los más pobres y necesitados para ayudarles a salir de las situaciones injustas de marginalidadsocial y económica, como son las crecientes cifras de paro que en España baten todas las estadísticas europeas, ya que van camino de superar los cinco millones de parados.
Ni en España ni en Europa, los asuntos deben ser dirigidos por políticos ignorantes y corruptos y sus oligarquías mediáticas y financieras, que emplean la dictadura totalitaria del relativismo democrático para imponer leyes ideológicas, a las que todos los españoles y europeos deben someterse de modo absoluto y tiránico, y que van contra los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Los políticos excepcionales, han de separar los tres poderes del Estado de Derecho, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, con el fin, de que los legisladores den un sentido razonable de la Justicia, una Justicia que debería tener como virtud suprema la Justicia perfecta, perfecta en cuanto ha de ser independiente y defensora de bien común que beneficie la convivencia en la sociedad civil y política.
En la verdadera y excelente democracia, que, aún no ha llegado a Europa y menos aún a España, la ética, la moral, han de estar también muy presentes en el quehacer político. Las reformas constitucionales, políticas, financieras, educativas y económicas, han de partir de la consideración ético-moral de la persona individual y comunitaria como centro de la democracia representativa y participativa. Por tanto, las reformas conllevarán reformas morales, que permiten poner límites al poder de los gobernantes.