Una de las fracasadas pretensiones de los organizadores de los Juegos Olímpicos de Londres-2012, ha sido la prohibición en los estadios de los símbolos religiosos.
Como era de esperar la mayoría de los atletas de los cinco continentes, han demostrado su fe en Dios por medio de símbolos y ritos religiosos, siendo el símbolo del Cristianismo, la Cruz, y el ritual de santiguarse de los cristianos católicos u ortodoxos al empezar o acabar las competiciones deportivas, los que con más frecuencia han ido apareciendo en las imágenes o fotografías a través de los medios de comunicación como las televisiones, internet o la prensa escrita de los periódicos o las revistas deportivas de todo el planeta.
El neopaganismo olímpico de los burócratas organizadores de las Olimpiadas de Londres-2012, no ha podido impedir la presencia de uno de los fenómenos sociológicos más influyentes en la Historia de la Humanidad: la Religión.
El neopaganismo olímpico se armó para impedir la presencia del hecho religioso, empleando como símbolo de guerra en primera línea de combate a la diosa griega del pagano Olimpo, la diosa alada de la guerra Nice, que no es sino otra identificación de la gran diosa de la guerra, hija de Zeus, Atenea. Ésta representa la victoria de los dioses Olímpicos griegos sobre los Gigantes, hijos de la diosa Gea =Tierra y del dios Urano=el Cielo. Los Gigantes eran hombres armados y con alas, pero de cintura para abajo tenían la forma de serpientes. Los Gigantes habían nacido para ejecutar la venganza de la derrota sufrida por sus hermanos los Titanes, que fueron vencidos y sepultados por Zeus en lo más hondo de la Tierra, el Tártaro.
La diosa alada de la victoria guerrera, Nice, se identifica, pues, con Atenea, la diosa de la guerra, que iba armada con casco, lanza y escudo, pero además y sobre todo, Atenea era la diosa protectora de las artes, de los trabajadores artesanos, de la sabiduría, de la paz, de la salud pública del estado y de los tribunales de justicia, de los héroes más valerosos; protectora y guardiana de la ciudad de Atenas, a la cual rendía culto en el templo del Partenón; era abogada de las causas justas. Los romanos, más tarde, la asimilarían con la diosa Minerva.
El neopaganismo olímpico, ha confabulado, subliminalmente, el mito pagano de la diosa de la guerra Nice-Atenea-Minerva, con la mitomanía mercantilista de las grandes y multimillonarias marcas del consumismo hedonista y deportivo. Esta conjura mediático-olímpica del relativismo neopagano-consumista, antirreligioso, pero de forma obsesiva y patológica, anticristiana, ha sido derrotada por los verdaderos protagonistas de las Olimpiadas, los atletas de las distintas modalidades deportivas, y entre ellos, los atletas del Deporte Rey, que, es el Atletismo, y dentro de éste, el atleta de Dios, por excelencia, el jamaicano, Usain Bolt.
Usain Bolt, el velocista de la isla descubierta por Cristóbal Colón en 1494, Jamaica, bi-campeón olímpico y del mundo en cien y doscientos metros lisos, ha sido uno de los principales héroes de los Juegos Olímpicos de Londres-2012. En él, el Cristianismo se ha hecho presencia victoriosa sobre la diosa de la victoria guerrera Nice-Atenea-Minerva, al llevar colgada en su hercúleo cuello, una cadena de oro con una medalla, y cuando se preparaba para salida, se ha santiguado mirando y rezando hacia el Cielo. La Providencia Divina es quien le ha dado a su naturaleza el don de ser el más veloz del Mundo, para Gloria de Dios y el honor suyo de alcanzar lo más alto en la Historia del Olimpismo.
¡Dios Bendiga a Usain Bolt! Él es el atleta de Dios, el héroe jamaicano, vencedor del neopaganismo olímpico.
