Presencias y contenidos

Políticos y deportistas, artistas y literatos, líderes religiosos y científicos, buscan, con mayor o menor conciencia, caminos para que su voz y sus ideas se abran paso en el océano sin confines de la información.

Existen, sin embargo, peligros y dificultades que hacen difícil una presencia de calidad. Constatamos, por ejemplo, que los mensajes son muchos, contrapuestos, pasajeros. Se suceden las ofertas con rapidez. Para la gente, lo que hoy es noticia quedará mañana en el olvido. Lo nuevo devora a lo viejo. Las prisas hacen naufragar no sólo los contenidos (mensajes) sino al mismo mensajero.

La velocidad de los medios impulsa a algunos a la lucha por aparecer a cualquier precio. Por lo mismo, procuran desesperadamente hacerse atractivos en un mundo hambriento de novedades, hasta el extremo de olvidarse del motivo que hace valiosa una presencia: ofrecer un mensaje, un contenido, una noticia que lo sea de verdad.

Existe también el peligro opuesto: haber alcanzado desde el estudio y desde la reflexión contenidos valiosos, pero no encontrar maneras concretas para hacerlos llegar al mundo de los medios de comunicación social. Por miedo a las críticas, o por desconocimiento de los cauces que existen, o por censuras de grupos dominantes que determinan lo que se puede decir y lo que no, muchos mensajeros no pueden hacerse presentes en los foros tradicionales (prensa, radio, televisión) o en los nuevos espacios comunicativos (Internet).

Alguno dirá que en Internet cualquiera puede abrirse paso para ofrecer sus mensajes. Basta con entrar en un foro o abrir un blog, y la idea empieza a fluir en la red mundial. Pero muchos blogs son susurros humildes en medio de un griterío que aturde, y en los foros a veces se dan censuras despiadadas o modos sutiles para arruinar las aportaciones más valiosas.

Una verdad, un contenido importante, puede quedar al margen, por días, meses, años, en medio de un mundo inquieto y lleno de prisas. Pero el hambre de saber que se esconde en cada corazón humano tiene la fuerza suficiente para que algún día empiecen a brillar mensajeros que ofrecen, con humildad valiente y quizá con un lenguaje poco brillante pero no por ello carente de riquezas, mensajes que sirven para siempre.