Una reflexión sobre el derecho a la educación
de un ciudadano corriente
Todos los partidos, con
independencia de su color, son declaradamente intervencionistas. Es el estado y
no la sociedad quien decide lo que, según ellos, pueda ser bueno para nosotros.
Por este camino nos vamos aproximando cada vez más al totalitarismo.
En el tan cacareado estado del
bienestar, que todos dicen defender, se ofrecen a los ciudadanos, entre otros,
tres derechos básicos: la educación, la salud y la seguridad social.
Podemos reflexionar sobre la
realidad de tales derechos. Empezaré por la educación y en sucesivos artículos
abordaré la salud y la seguridad social, desde el punto de vista de un
ciudadano corriente.
Según yo lo veo, la educación corresponde a
los padres y al Estado la instrucción. Recordemos que el ministerio correspondiente
se denominó antes Ministerio de Instrucción pública, aunque muchos no lo sepan.
Al mezclar la educación y la instrucción, el papel de la familia ha ido
perdiendo peso y quizás haya mucha gente instruida pero bastante maleducada.
El abandono escolar se da en todos
los niveles y en los informes PISA no quedamos entre los mejores, pero la
pretensión de mucha gente joven es que
se le facilite el botellón, no ya de fin de semana, sino de media semana.
Las viejas normas de urbanidad que
se aprendía en la casa ahora parece que nadie las enseña ni se practican. Dejar
el asiento, ceder el paso, presentarse correctamente vestido, son antiguallas
en desuso.
Que
cada familia pudiera elegir el colegio para sus hijos de acuerdo con sus
convicciones y creencias, pareció resolverse con la enseñanza pública o
concertada, pero el sistema ya está en crisis en perjuicio de la concertada.
La transferencia de la educación a
las autonomías me parece un desastre sin paliativos, donde cada una hace de su
capa un sayo y con la excusa de la educación para la ciudadanía, están
introduciendo la iniciación sexual, que debía corresponder a sus padres, y
hasta la ideología de género incluida la
elección de sexo como algo progresista, que no lo es. Por supuesto
rechazan cualquier reforma educativa que signifique algún control sobre los
resultados.
Pero en la medida en que todos los
colegios dependen económicamente de la administración pública, ésta tiene
siempre la última palabra, salvo que lleves a tus hijos a un colegio privado y
pagues la educación dos veces: la cuota del colegio y lo que has pagas de
impuestos que no te van a devolver. El sueño del cheque escolar como forma de
elección de centro, no pasó de sueño.
La igualdad de oportunidades
respecto a la enseñanza media y superior se ha venido aplicando no solo de
entrada sino también de salida. Todo el mundo tenía que ser licenciado
universitario, con independencia de su mérito y capacidad. Para paliar eso se
inventaron los másteres que hay que pagar quienes puedan hacerlo. Se acabó la
igualdad.
Muchos titulados no encuentran trabajo de su
titulación y así podemos tener licenciados ejerciendo de camareros y otros, sin
estudios, ocupando plaza de parlamentarios nacionales o autonómicos o de
concejales y alcaldes, basta con afiliarse a cualquier partido y conseguir que
los que mandan te incluyan en la lista correspondiente.
Mientras tanto el país va
envejeciendo y no nacen niños. Para muchos el estado del bienestar es disfrutar
de la sexualidad y no tener hijos que te compliquen la vida y si llegas a
tenerlos que los eduque el Estado desde la guardería infantil.