Comienza la
cuaresma y en su primer domingo se lee que Jesús, después de ayunar cuarenta
días fue tentado por el diablo. Mucha gente se declara católica, según las
encuestas del CIS, muchos menos van a misa los domingos y creer en Dios ¡vaya
usted a saber! De lo que estoy más seguro es que casi nadie cree seriamente en
el diablo.
Pero el diablo, Satanás y sus
secuaces existen, pero como tienen una inteligencia muy superior a la de los
hombres han conseguido pasar cada vez más desapercibidos, por lo que se mueven
con toda libertad en nuestro mundo y manejan a los mortales desde todos los
bandos, desde el bando de los buenos y el de los malos.
Lo bueno y lo malo, el trigo y la
cizaña, está tan mezclado que no nos ponemos de acuerdo, lo que unos creen
bueno los otros lo creen malo y al revés. Unos creen que el aborto es un avance
social a favor de las mujeres, otros piensan que tal cosa es un crimen
horrendo. Unos piensan que la familia es una rémora para el nuevo orden mundial
(NOM) otros piensan que la familia es la base de la sociedad y su destrucción
nos lleva al caos.
La ideología de género, impulsada
desde los más altos organismos, es la más alta realización de los derechos
humanos para unos y para otros se trata de imposición malvada e intolerable. Lo
mismo podemos decir de las corridas de toros, de los derechos de los animales,
del calentamiento global o de los problemas de los inmigrantes.
¿Quiénes son los buenos, quienes son
los malos? Los malos, para cada uno, son siempre los otros, a los que hay que
combatir con todas las armas a nuestro alcance. Pues Satanás y sus diablos
sacan partido de los dos bandos haciendo crecer el odio por todo el planeta pues
son más astutos que los hombres. Es casi seguro, si nos creemos buenos y cargados
de razón nos dedicamos a combatir a los que consideramos malos. Cada bando es
enemigo declarado del otro y Satanás disfruta viendo como nos agredimos con odio
y saña.
Jesús nos ofrece una solución de la
que apenas hacemos caso: amar a nuestros
enemigos, que son también nuestros prójimos, nuestros hermanos. Si nuestros
enemigos fueran una encarnación del mal Jesús no podría habernos dado su
mandato, los otros tienen que ser un bien para nosotros y no a quienes destruir:
Amad a vuestros enemigos y rogad por los
que os persigan y calumnien. ¿Es esto lo que hacemos? Más bien tratamos de
agredirlos de palabra y de obra, los llevamos a los tribunales y deseamos con
toda el alma que sean condenados.
En esta mescolanza en la que todos
creen ser buenos, la única manera de serlo de verdad sería cumplir el mandato
de Jesús y no responder al odio con el odio sino con el amor. Por supuesto que
es algo difícil pero el mismo Jesús que nos dio el mandato también nos ofreció
la ayuda de su Espíritu si la pedimos
con humildad. Como oí decir a un viejo cura “el evangelio está por estrenar”.
Para los que no quieran escuchar a
Jesús les recomiendo el poema If de
Kipling en el que, entre los consejos que da a su hijo, para que sea un hombre
auténtico, le dice que si se siente engañado no pague con mentiras o si se
siente odiado no odie él a su vez.