Aunque todo el mundo anda
escribiendo sobre los políticos y la política a mí me da más bien cierto
repelús tratar sobre los que tanto me están defraudando con sus posturas
intransigentes, sus enemistades manifiestas y sus unánimes acuerdos cuando se
trata de elevarse el sueldo.
Seguro que en estos momentos
todos tratan de ser incluidos en los primeros puestos de las listas de
candidatos a las varias elecciones que tenemos anunciadas, por eso me ha
sorprendido muy favorablemente que dos concejales de Granada, Jemina Sánchez y
Baldomero Oliver, eficientes y trabajadores, hayan anunciado públicamente que
no quieren presentarse a las próximas elecciones. Han explicado que su viaje a
la política era de ida y vuelta y que cierran su vuelta para volver a sus respectivas
profesiones, trabajadora social y profesor de la Universidad de Granada
respectivamente.
Es posible que haya más políticos
que hayan decidido hacer lo mismo y sería bueno saberlo, ya que la idea más
generalizada es que quienes entran en política tratan de mantenerse en ella
todo el tiempo posible para gozar de las prebendas del cargo, del pesebre
presupuestario, y ascender dentro del
partido en que militan y que son las cúpulas de los mismos los que deciden
listas y puestos.
Pienso que sería muy bueno que
nadie pudiera optar a un cargo político si no ha ejercido con éxito un trabajo
conocido, al que puede volver en cualquier momento. Quienes no necesiten de la
política para vivir, ni para aumentar sus ingresos, serán siempre libres para
defender el programa de su partido cuando coincida con sus propias ideas o
darse de baja si deja de coincidir, sea cual sea el puesto que ocupe.
Entrar en las juventudes de un
partido y hacer de la política una forma de vida me parece rechazable. Los
partidos, pienso, que no deberían utilizar a los jóvenes para pegar carteles y
otras funciones subalternas con el señuelo de que desde ahí pueden medrar en la
vida política.
Si los partidos quieren conectar
con la gente joven deberían ser sumamente exigentes con su rendimiento
académico o laboral, rechazando a los malos estudiantes, a los vagos y a los
laboralmente inútiles. Tampoco las familias deberían empujar a sus hijos a una
militancia política que pueda entorpecer su formación y rendimiento y mucho
menos si el partido con el que conectan los utiliza para algaradas callejeras.
La corrupción en los partidos,
que tanto daño causa, iría desapareciendo, sin duda, en aquellos que rechacen
la afiliación de gente “sin oficio ni
beneficio” que buscan en la política un modo de vivir con poco esfuerzo y muchos
ingresos y no solamente vigilando la afiliación sino cortando de raíz cualquier
mala práctica de sus miembros y dirigentes en cuanto sea descubierta.
Se habla de la necesidad de
reformar la constitución pero creo que también es urgente reformar los partidos
y sus dirigentes. Nadie debería poder vivir de la política y permanecer en ella
más allá de un plazo determinado.
Ir a la política con “billete de ida y vuelta” será posible
si los políticos, en cualquier nivel, tienen una profesión, una empresa, un
trabajo al que volver sin problemas de supervivencia. Cuando recibamos las
papeletas para las próximas y variadas elecciones que se anuncian observemos
los que quieren vivir de la política o los que hacen un paréntesis en su vida
profesional para trabajar en beneficio de la comunidad.