CAMINEO.INFO.- Crece en la opinión pública la visión de que la Iglesia no debe influir en temas políticos ni imponer su visión ética a la sociedad. Algunos cuestionan cualquier intervención de ésta en temas de la vida social y cultural. Una visión que limita la acción de la Iglesia, especialmente de sus pastores, al ámbito privado de la conciencia y le niega toda legitimidad de entrar en el debate público.
Ante esta visión de las cosas, recordemos unas palabras del Papa Benedicto XVI, síntesis de la manera de entender la presencia de la Iglesia en la sociedad: “la Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar”(Deus caritas est, nº 28).
En esta línea la Iglesia ha desarrollado todo un conjunto de principios de reflexión que llevan a unos criterios y orientaciones para la acción social y política. Es su Doctrina Social, por la que la Iglesia ofrece su idea del bien común de todo el hombre y de todos los hombres. En esta dinámica de reflexión, el Papa Benedicto XVI, siguiendo una amplia tradición, nos ofrece hoy la nueva Encíclica “Caritas in Veritate”, en la que nos invita a entrar en el sentido del desarrollo humano. Un gran tema que ya el Papa Pablo VI trató hace más de 40 años y que es necesario retomar en el contexto del hecho de la globalización, con todas sus consecuencias culturales y económicas, y ante la actual situación de crisis económica.
Benedicto XVI nos recuerda que el desarrollo humano es una vocación y, por tanto, necesita una respuesta, no sólo material, sino también de búsqueda de justicia, de libertad y de sentido de la vida. La gestión de las realidades económicas necesita criterios éticos que la regulen. Pero eso requiere una nueva base desde la que afrontar la búsqueda del bien y de la justicia, de la fraternidad y de la paz.
El Papa nos dice que ante estos retos, ante la búsqueda de la fraternidad universal, “la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación que tiene su fuente en Dios Padre”(Caritas in Veritate, nº 19). Cuando Dios desaparece de nuestro horizonte, el desarrollo del hombre queda sin fundamento.
