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Portada:: Habla el Obispo:: Cardenal Carlos Osoro Sierra:: Canto a Santa María en el Adviento

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Canto a Santa María en el Adviento

Mon, 20 Dec 2010 13:01:00
 

CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Es imperativo en este tiempo de Adviento, tiempo de esperanza, hablar de la Virgen María. Y, para ello, no he encontrado otra manera mejor que hacer un canto a nuestra Madre, de reconocimiento de todo lo que Ella es y nos da. El Nuevo Testamento nos ofrece muchos testimonios sobre la posición de María, la Madre del Señor y nuestra Madre, en la obra de la salvación. Basta leer y meditar el Evangelio de San Lucas, ¡qué retrato más maravilloso hace de la imagen de María! Su mano magistral nos hace ver todos los rasgos esenciales del desarrollo de la veneración mariana a lo largo de los siglos y del prestigio de la Virgen María. Prestigio que no nace de palabras aisladas o de hechos y modos de actuar de María. Ella tiene importancia no solamente como persona y figura, sino también como signo y símbolo. María representa algo muy diferente a los personajes históricos que han reunido todas las fuerzas de un determinado tiempo y que expresan el espíritu de una época concreta. La Santísima Virgen María, su persona y su figura, representa una era completa: Ella es el encuentro de dos épocas y el paso de un tiempo de salvación a otro que es nuevo, de tal manera que María es símbolo viviente de la realización de la antigua alianza y del comienzo de la nueva. En este canto hay varias palabras clave: mujer, perfección, alegría, llena de gracia, santidad.

En todo el Nuevo Testamento se habla de María como mujer y se acentúa esta expresión. Recordemos las palabras de Isabel, “bendita”…más que todas las mujeres (cf. Lc 1, 42), “la madre de mi Señor” (cf. Lc 1, 43). En el Nuevo Testamento, se quiere dibujar con María algo del significado de la mujer y de lo femenino en la historia de la salvación. Es María un canto a la mujer, o mejor, es un poema a la mujer, no escrito con letra sino con su propia vida. Por vez primera todo es perfecto en la persona de María. Aparece como la Mujer de la alianza matrimonial con Dios. En María alcanzan su perfección las necesarias actitudes para una alianza matrimonial inquebrantable: la fidelidad, la entrega y la pureza en grado insuperable. Por eso, María no solamente es el fruto más hermoso y maravilloso de la alianza antigua, sino que es el comienzo personal de la nueva alianza entre Dios y la humanidad que fue sellada en la encarnación del Hijo. Precisamente por ello, la figura de esta mujer tiene que actuar paradigmáticamente en la figura del cristiano de todos los tiempos. María ha sido calificada como “arca de la alianza”, como “esposa de Dios”, como “casa de oro”, o como ciudad santa”. Es muy importante destacar que en María está encarnada la nueva alianza, que se funda en la plenitud de la gracia, en la entrega sin límites de la fe, pero también en la plena encarnación de Dios en un hombre. ¿Qué te dice esto a ti en estos momentos de tu vida y de tu historia personal?

Tengamos el atrevimiento de reconocer a María como signo de la perfección de la humanidad que recibe la salvación y la redención. Acerquémonos a María como al ser humano perfecto, que recibió la perfección de su Hijo y que nos la presenta a todos nosotros como Aquella en la que nos tenemos que mirar, por la cual nos tenemos que dejar acompañar. Con Cristo se abre, desde el punto de vista de la historia de la salvación, la fase que, independientemente de su duración, será la última y la que llevará a la perfección. Él es quien ha traído la “plenitud de los tiempos” (Ga 4, 4); pues “Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda plenitud” (Col 1, 19) para que también los creyentes “os vayáis llenando hasta la total plenitud de Dios” (Ef 3, 19). En su Encarnación, su muerte y su resurrección Jesucristo ha resumido la suma total de la historia y la ha dirigido hacia la perfección definitiva. María, que vivió la expresión de la plenitud de Cristo, participa ella misma de esa plenitud de forma extraordinaria. Contemplar a María es poder ver también hasta dónde podemos llegar cada uno de nosotros con la gracia de Dios y desde la apertura total de nuestra vida a Él.

¡Qué a gusto se medita el Evangelio de San Lucas! En él, se manifiesta el mayor interés por la figura de María. Entre otras cosas, deja ver en la escena de la Anunciación (cf. Lc 1, 28-38) no solamente el nacimiento de Cristo como cenit de la historia de la salvación, sino que deja también aparecer en María un momento de perfección acabado. Recuerda simplemente el saludo a María “alégrate”. Este no era un saludo normal, lo que se solía decir era “la paz esté contigo”. Pero aquí se trata de que hacernos ver que María percibe y vive una alegría extraordinaria, fuera de lo común, en la que emerge un momento de perfección. La singularidad del saludo está en cierta relación a la llamada siguiente, “llena de gracia”. El cariño y la profundidad con los que María fue sencillamente tocada y moldeada en cuanto agraciada por excelencia, muestra también por otro lado cómo la gracia es adecuada al hombre, que profundamente le corresponde y que orgánicamente se une a él. En la llena de gracia se reconoce que el hombre no sólo posee la capacidad y la disposición para la gracia divina, sino que desde el principio está dispuesto y destinado a ella, aun cuando no en el mismo sentido y con la misma meta que María. El sentido y la meta de María era la maternidad divina, o sea, la misión de llevar al Hijo de Dios a los hombres a través del nacimiento humano.

María es signo del hombre perfecto y de la humanidad perfecta, como fue pensada por Dios originariamente y siempre: abertura total e intensa hacia Dios, expectación concentrada, receptividad llena de amor, actuación en el sentido de dejarse hacer por Dios. Son las mismas convicciones que tiene en sí la figura bíblica de María: como humildad, como sierva, como virginidad espiritual, como fe y amor, como pobreza y aceptación del dolor. Todo ello, muestra a María como la persona humana perfecta, la santa, la que puede decir bajo el influjo del Espíritu Santo: “Porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre” (Lc 1, 49). Pero la grandeza de María está también fundada en el reconocimiento y en el dejarse llevar por ese poder. Gracias Santa María. Así deseamos contemplarte.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia







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