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Dios nos busca

Sat, 20 Feb 2010 07:30:00
 
Monseñor Carlos Osoro Sierra

CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Precisamente porque este tiempo de Cuaresma es una especie de peregrinación de Dios en búsqueda del hombre, por eso os tengo que decir que la Cuaresma es el tiempo privilegiado para la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. ¡Qué belleza puede tener esta peregrinación doble: la de Dios buscándonos, que se hizo Hombre para que le descubriésemos cercano al hombre, y la del ser humano entrando por un camino interior para encontrarse con Dios! Comienza esta peregrinación de Dios acompañándonos por el desierto, Él mismo va al desierto. ¿Qué sentido pueden tener todas las tentaciones a las que se ve sometido en el desierto? Decide no imponer por la fuerza su reino y sí ofrecerlo como opción responsable asumida por aquellos que quieran seguirlo. El reino no puede venir como ostentación o imposición de un poder mágico, sino como invitación y ofrecimiento a la libre responsabilidad y al amor.

Cuando comenzábamos el curso, en los acentos de acción pastoral que os proponía para vivir este año, os hablaba de un pasaje del Evangelio que para mí tiene una importancia en estos momentos fundamental, y que siento que tiene una fuerza que expresa la realidad del momento que estamos viviendo, se resume en aquellas palabras que dice Jesús: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas” (Mt 9, 36). ¡Qué fuerza tiene la mirada de Jesús! La mirada conmovida de Jesucristo se detiene también hoy sobre todos los hombres y de una manera especial en este tiempo de Cuaresma. Por eso os digo: dejaos mirar por el Señor. El proyecto divino de que todos los hombres están llamados a la salvación es una realidad, por eso Jesús ante las insidias que se oponen a este proyecto tiene compasión de las multitudes, las quiere defender de los lobos aun a costa de su vida. Es un proyecto para el desarrollo integral de la persona de la que tan bellamente nos ha hablado el Papa Benedicto XVI en la Encíclica “Caritas in veritate”. Por eso nuestra gran llamada a la conversión en esta Cuaresma es que nuestra mirada se asemeje cada día con más claridad a la de Jesús. Dejarnos mirar por Jesús, para nosotros mirar como Jesús.

¡Qué fuerza tienen los textos del Evangelio que se proclaman en esta Cuaresma! Desde el primer Domingo al último, se va siguiendo toda una pedagogía de la mirada de Jesús a los hombres. ¿Quién es Dios? Es Aquél que toma la iniciativa misteriosa de mirar a los hombres: “Mira, envío mi mensajero delante de ti” (Mc 1, 2). Dios tomando una iniciativa misteriosa, algo está a punto de ocurrir, de alguna manera Dios viene a nuestro encuentro y se nos indica: “¡Preparad el camino al Señor!” (Mc 1, 3). Y cuando llega se nos presenta de una manera sorprendente, ¡cómo nos mira y cómo se acerca a nosotros! Sería importante que meditásemos los textos de cada Domingo de Cuaresma, en los que el Señor nos ofrece cinco miradas:

1) Mirada a la realidad. Vivir en medio del mundo dejándonos hacer por la gracia, la fuerza y el amor de Dios. El relato de las tentaciones que precede inmediatamente al comienzo del misterio de Jesús (cf. Lc 4, 1-13) es un episodio con dramatismo, en el que Jesús y el diablo luchan mano a mano entre sí, como disputando su propia identidad y su destino universal. Todo tiene lugar en el desierto, lugar de privación, de soledad, incertidumbre, amenaza y abandono. El Evangelio tiene como trasfondo las engañosas propuestas mesiánicas que amigos y enemigos le fueron haciendo a lo largo de su vida. Hay tres puntos clave en las tentaciones: a) la tentación de prosperidad y bienestar material; b) la tentación del poder; c) la tentación del éxito personal. Frente a esto Jesús elige el difícil camino de la Cruz y del Amor. Mira tu realidad.

2) Mirada que provoca el encuentro con Él. Vivir en medio del mundo dejando que el Señor no mire y nos lleve a tener una experiencia fuerte de encuentro con Él. El relato de la Transfiguración es extraordinario. Jesús se presenta a los discípulos y les mira como Luz en el camino de la vida. No tendrán otra Luz, por eso la necesidad de permanecer en ella. La experiencia de los discípulos es clara: “Maestro, que hermoso es estar aquí” (Lc 9, 28b-36). Mira quien te da Luz.

3) Mirada provocadora de conversión. Vivir en medio del mundo sintiendo la mirada del Señor que nos invita a realizar una conversión, es decir, a vivir según Dios. La llamada a la conversión, a dar una versión absolutamente nueva de su vida, “si no os convertís, pereceréis” (Lc 13, 1-9). La paciencia de Dios es mostrada en la vida de cada uno de nosotros. Dios, dando permanentemente oportunidades para convertirnos, no se cansa de amarnos y de mirarnos. Mira y observa de qué tienes que convertirte.

4) Mirada de amor misericordioso. Vivir en medio del mundo experimentando el gozo del amor misericordioso de Dios que nos transforma y nos hace ver la necesidad de vivir bajo la mirada de Dios. El amor misericordioso del Padre, buscando y mirando siempre al hombre (Lc 15, 1-3. 11-32). Cuando el gran pintor Rembrandt plasmó el mensaje primordial de la parábola del “hijo pródigo”, mientras otros artistas destacan la figura del hijo, el famoso pintor flamenco centra su fuerza expresiva en el padre, que abraza al hijo y lo cubre amorosamente con su manto y lo protege con su brazo. Emana una luz del rostro del padre y el hijo queda discretamente en la penumbra. Y es que aquí el importante es el padre, que representa a Dios mismo regalando su amor misericordioso, abrazando y mirando tanto al hijo que había dejado la casa como al que se había quedado. Hacerse sentir hijos de Dios y hermanos de todos los hombres es lo que provoca el amor misericordioso. ¿Me dejo amar misericordiosamente?

5) Mirada de perdón y de gracia. Vivir en medio del mundo experimentado la mirada de perdón del Señor, que no es de condena, sino mirada para decirnos que hay que vivir según Dios, “en adelante no peques mas”. La reacción de Jesús ante una mujer sorprendida en pecado, no es inquisitorial, no se trata de no querer saber nada con ella, es una mirada de acogida en su debilidad y pecado, de perdón y de petición para que deje el pecado y viva según Dios (Jn 8, 1-11). Jesús no hace alegorías sobre el perdón, sino que lo practica siempre y en esta ocasión jugándoselo todo.

¡Qué maravilla! Jesucristo entrando en nuestras vidas con un mensaje revolucionario y lleno de alegría. Mira al hombre de frente. Viene a poner en orden las cosas de nuestra existencia. Trae una noticia que va a cambiar nuestra vida y misteriosamente va a poner las cosas en su sitio. Es un Dios que viene a perdonar. Así lo comprobamos en el último Domingo de Cuaresma. ¿Qué hacer nosotros? Saber que lo hace todo Él. Y nosotros, disponibles en una situación de espera y escucha, de reverencia y de respeto, de dejarnos mirar y de actuar según esa mirada. Es Dios quien va actuar y quien va a poner en marcha su Reino y nosotros estaremos dispuestos a ir donde Él quiera llevarnos.

¡Qué oferta encontramos en esta Cuaresma para esta sociedad, para nuestro pueblo! La primera contribución que la Iglesia ofrece al desarrollo del hombre y de los pueblos no se basa en medios materiales ni en soluciones técnicas, sino en el anuncio de la verdad de Cristo, que forma las conciencias y muestra la auténtica dignidad de la persona y del trabajo, promoviendo la creación de una cultura que responda verdaderamente a todos los interrogantes del hombre. Y es que resulta esencial partir siempre de la primacía de Dios en la Iglesia. De la primacía del amor y de la misericordia de Dios hacia el ser humano, hacia todos y cada uno de nosotros, surge en la Iglesia la urgencia de recomenzar siempre de nuevo desde Dios, que requiere el valor de hacerse las últimas preguntas, de volver a encontrar la pasión por las cosas que se ven, interpretándolas en la perspectiva de Jesucristo y de las cosas que no se ven. No es extraño que el Papa Benedicto XVI, en el mensaje que nos entrega para esta Cuaresma, nos diga que “la justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo”. “¿Cuál es la justicia de Cristo?... La que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás… Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate… Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad” (Benedicto XVI, Mensaje de Cuaresma 2010).

Cuaresma es tiempo privilegiado de busca. Sintamos la urgencia todos en esta Cuaresma de convertirnos a Jesucristo, hemos de construir sociedades justas, donde todos tengan y reciban lo necesario para ser personas que vivan con la dignidad que tiene el hombre y que le ha sido dada por Dios y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Con gran afecto y mi bendición



+ Carlos, Arzobispo de Valencia







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