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CAMINEO.INFO.-




Palabra, Evangelización y Internet.

Fri, 17 Dec 2010 08:01:00
 

CAMINEO.INFO.- PORTUGAL.- El 24 de enero de 2009, Fiesta de San Francisco de Sales, Benedicto XVI escribía: «Ante la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, me es grato dirigirme a vosotros para exponeros algunas de mis reflexiones sobre el tema elegido este año: Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo y amistad. (…)En el mensaje de este año, pienso particularmente en quienes forman parte de la llamada generación digital. Quisiera compartir con ellos algunas ideas sobre el extraordinario potencial de las nuevas tecnologías, cuando se usan para favorecer la comprensión y la solidaridad humana. Estas tecnologías son un verdadero don para la humanidad y por ello debemos hacer que sus ventajas se pongan al servicio de todos los seres humanos y de todas las comunidades, sobre todo de los más necesitados y vulnerables.

El fácil acceso a teléfonos móviles y computadoras, unido a la dimensión global y a la presencia capilar de Internet, han multiplicado los medios para enviar instantáneamente palabras e imágenes a grandes distancias y hasta los lugares más remotos del mundo. Esta posibilidad era impensable para las precedentes generaciones. Los jóvenes especialmente se han dado cuenta del enorme potencial de los nuevos medios para facilitar la conexión, la comunicación y la comprensión entre las personas y las comunidades, y los utilizan para estar en contacto con sus amigos, para encontrar nuevas amistades, para crear comunidades y redes, para buscar información y noticias, para compartir sus ideas y opiniones. De esta nueva cultura de comunicación se derivan muchos beneficios: las familias pueden permanecer en contacto aunque sus miembros estén muy lejos unos de otros; los estudiantes e investigadores tienen acceso más fácil e inmediato a documentos, fuentes y descubrimientos científicos, y pueden así trabajar en equipo desde diversos lugares; además, la naturaleza interactiva de los nuevos medios facilita formas más dinámicas de aprendizaje y de comunicación que contribuyen al progreso social.

(…) El deseo de estar en contacto y el instinto de comunicación, que parecen darse por descontados en la cultura contemporánea, son en el fondo manifestaciones modernas de la tendencia fundamental y constante del ser humano a ir más allá de sí mismo para entrar en relación con los demás. En realidad, cuando nos abrimos a los demás, realizamos una de nuestras más profundas aspiraciones y nos hacemos más plenamente humanos. En efecto, amar es aquello para lo que hemos sido concebidos por el Creador. Naturalmente, no hablo de relaciones pasajeras y superficiales; hablo del verdadero amor, que es el centro de la enseñanza moral de Jesús: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas", y "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (cf. Mc 12, 30-31). Con esta luz, al reflexionar sobre el significado de las nuevas tecnologías, es importante considerar no sólo su indudable capacidad de favorecer el contacto entre las personas, sino también la calidad de los contenidos que se deben poner en circulación. Deseo animar a todas las personas de buena voluntad, y que trabajan en el mundo emergente de la comunicación digital, para que se comprometan a promover una cultura de respeto, diálogo y amistad.

Por lo tanto, quienes se ocupan del sector de la producción y difusión de contenidos de los nuevos medios, han de comprometerse a respetar la dignidad y el valor de la persona humana. Si las nuevas tecnologías deben servir para el bien de los individuos y de la sociedad, quienes las usan deben evitar compartir palabras e imágenes degradantes para el ser humano, y excluir por tanto lo que alimenta el odio y la intolerancia, envilece la belleza y la intimidad de la sexualidad humana, o lo que explota a los débiles e indefensos (…).

El concepto de amistad ha tenido un nuevo auge en el vocabulario de las redes sociales digitales que han surgido en los últimos años. Este concepto es una de las más nobles conquistas de la cultura humana. En nuestras amistades, y a través de ellas, crecemos y nos desarrollamos como seres humanos. Precisamente por eso, siempre se ha considerado la verdadera amistad como una de las riquezas más grandes que puede tener el ser humano. Por tanto, se ha de tener cuidado de no banalizar el concepto y la experiencia de la amistad. Sería una pena que nuestro deseo de establecer y desarrollar las amistades on line fuera en deterioro de nuestra disponibilidad para la familia, los vecinos y quienes encontramos en nuestra realidad cotidiana, en el lugar de trabajo, en la escuela o en el tiempo libre. En efecto, cuando el deseo de conexión virtual se convierte en obsesivo, la consecuencia es que la persona se aísla, interrumpiendo su interacción social real. Esto termina por alterar también los ritmos de reposo, de silencio y de reflexión necesarios para un sano desarrollo humano.

La amistad es un gran bien para las personas, pero se vaciaría de sentido si fuese considerado como un fin en sí mismo. Los amigos deben sostenerse y animarse mutuamente para desarrollar sus capacidades y talentos, y para poner éstos al servicio de la comunidad humana. En este contexto es alentador ver surgir nuevas redes digitales que tratan de promover la solidaridad humana, la paz y la justicia, los derechos humanos, el respeto por la vida y el bien de la creación. Estas redes pueden facilitar formas de cooperación entre pueblos de diversos contextos geográficos y culturales, permitiéndoles profundizar en la humanidad común y en el sentido de corresponsabilidad para el bien de todos. Pero se ha de procurar que el mundo digital en el que se crean esas redes sea realmente accesible a todos. Sería un grave daño para el futuro de la humanidad si los nuevos instrumentos de comunicación, que permiten compartir saber e información de modo más veloz y eficaz, no fueran accesibles a quienes ya están social y económicamente marginados, o si contribuyeran tan sólo a acrecentar la distancia que separa a los pobres de las nuevas redes que se desarrollan al servicio de la información y la socialización humana.

Quisiera concluir este mensaje dirigiéndome de manera especial a los jóvenes católicos, para exhortarlos a llevar al mundo digital el testimonio de su fe. Amigos, sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. En los primeros tiempos de la Iglesia, los Apóstoles y sus discípulos llevaron la Buena Noticia de Jesús al mundo grecorromano. Así como entonces la evangelización, para dar fruto, tuvo necesidad de una atenta comprensión de la cultura y de las costumbres de aquellos pueblos paganos, con el fin de tocar su mente y su corazón, así también ahora el anuncio de Cristo en el mundo de las nuevas tecnologías requiere conocer éstas en profundidad para usarlas después de manera adecuada.

A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os sentís en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este "continente digital". Haceos cargo con entusiasmo del anuncio del Evangelio a vuestros coetáneos. Vosotros conocéis sus temores y sus esperanzas, sus entusiasmos y sus desilusiones. El don más valioso que les podéis ofrecer es compartir con ellos la "buena noticia" de un Dios que se hizo hombre, padeció, murió y resucitó para salvar a la humanidad.

El corazón humano anhela un mundo en el que reine el amor, donde los bienes sean compartidos, donde se edifique la unidad, donde la libertad encuentre su propio sentido en la verdad y donde la identidad de cada uno se logre en una comunión respetuosa. La fe puede dar respuesta a estas aspiraciones: ¡sed sus mensajeros! El Papa está junto a vosotros con su oración y con su bendición».

He seguido el pensamiento de Benedicto XVI, no sólo en este mensaje, pero al largo de su magisterio y también he escrito varios artículos sobre las ventajas que nos ofrece la tecnología moderna para llevar a cabo la misión evangelizadora que el Señor nos encomendó. Sin embargo, y aunque la necesidad de capacitación en esta área es urgente y apremiante, hay que partir de una premisa básica. Evangelizar es compartir la palabra poderosa, renovadora y transformadora de Dios. La evangelización no es el anuncio propagandístico de alguna ideología religiosa. No es ni siguiera la repetición del mensaje que proclamaron los discípulos en el primer siglo. No es la divulgación de un credo religioso. Evangelizar es ante todo cumplir nuestra tarea como siervos de Dios,  movidos por la misma Palabra que creó el mundo antiguo y que ahora está creando los cielos nuevos y la tierra nueva, que son morada del hombre nuevo, el cual también es creado por la misma Palabra. Sin la Palabra creadora de Dios no hay evangelización.        

El que evangeliza reconoce que la Palabra de Dios es viva y creadora. La voz de Dios es fuerza que produce de la nada y que cambia, recrea y reforma todo lo que existe. En el principio no había ni tierra, ni cielo, ni nada; pero por la palabra de Dios el cielo y la tierra llegaron a existir. En el principio el cielo y la tierra eran un caos total, pero por la Palabra de Dios; llegaron a convertirse en un mundo ordenado, donde puedo vivir el hombre creado para ser imagen y semejanza del Creador.         

El hombre erró trágicamente su camino, y entonces no hubo esperanza ni vida real. Pero Dios habló y el camino de la esperanza se abrió otra vez. Así los hombres podemos de nuevo reflejar la imagen eterna de nuestro Creador.  Evangelizar es oír esa Palabra de Dios y sentir su efecto transformador en nuestra vida. Evangelizar es hablar con Dios y hablar entre nosotros palabras que dan dirección e invitan a la acción. Evangelización es participación, diálogo, solidaridad, denuncia, proclamación de cambio y presagio de acontecimientos y nuevas realidades. Cuando evangelizamos anunciamos una buena noticia: Dios quiere hablar con nosotros para invitarnos (a pesar de nuestras rebeliones) a empezar de nuevo, formando parte de su nueva alianza. Y cuando hablamos inspirados y movidos por esa Palabra, evangelizamos porque nuestras palabras se vuelven a su vez acción y fuerza transformadora, que buscan insistentes la Palabra divina final.         

Todo cristiano que desee seguir el camino de evangelización que trazó el maestro, debe partir de esta premisa básica. La evangelización puede darse en un campo lejano en el ambiente más rudimentario, o en medio de las mejores tecnologías emergentes; pero el proceso básico es el mismo: enfrentarse a la Palabra de Dios y responder así mismo con nuestra palabra humana, comprometida, solidaria y participativa, para crear posibilidades de renovación en las personas y en las comunidades que conforman.







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