CAMINEO.INFO.-
HECHOS 6, 1-7
SALMO 32
1ª PEDRO 2, 4-9
JUAN 14, 1-12
Tomás y Felipe dudan, les cuesta entender. En esta sociedad tan secularizada, donde nuestra fe cada dos por tres es burlada o menospreciada, también nosotros dudamos. Hoy en día, parece, que todo es digno de ser respetado, menos la fe cristiana, es una situación curiosa la que ahora nos toca vivir...
Pero esta situación de burla, de ir creando dudas, de decir verdades a medias, de sacar sólo cosas negativas,..., nos afecta y nos acaba generando dudas...
Que no nos preocupen las dudas, en el camino de la fe la duda es algo que aparece de vez en cuando... Hasta pueden tener una dimensión positiva... Recuerdo que un diácono que tuve en Ripollet decía: “La fe es la duda superada”... En el camino de la fe, de vez en cuando, aparecen dudas... es natural, y más en estos momentos.
¿Y cómo superamos las dudas? Sobre todo, mirando a Jesucristo. Fijando nuestra mirada en su persona. Escuchándolo a Él. Hoy en medio de las dudas de Tomás y Felipe Jesús afirma con una potencia que desmonta todas las dudas: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”
Palabras que nos recuerdan las que Jesús decía al acabar el evangelio de la semana pasada: “Yo he venido para que tengáis vida y vida abundante”.
¿Qué nos quiere transmitir la liturgia pascual? En estos domingos de pascua aparece con mucha fuerza el deseo de Jesús de darnos vida. Una vida nueva, una vida eterna, una vida que vence el pecado, una vida que es participación de la vida del Cristo (por la donación de su Espíritu).
No hay nada en él que escape de esta pretensión: Sus palabras, sus gestos, sus obras, sus milagros están gritando que EL ES LA VIDA. En Él está la vida verdadera.
Hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Qué afirmación tan rotunda y radical. En la que utiliza un articulo determinado, “el camino, la…, la...”, No dice “un camino, una verdad, una vida”. Él habla con una pretensión de universalidad y de totalidad. Nunca nadie, en toda la humanidad, ni Buda, ni Confucio, ni Mahoma, habían hablado con una pretensión como la suya, porque nadie tenia la conciencia de Hijo de Dios que él tenía.
Analicemos qué quiere decir esta afirmación:
Si él es “el Camino” significa que el que no vive en él está perdido, está desorientado.
Si él es “la Verdad” significa que el que no vive en él vive equivocado, engañado.
Si él es “la Vida” significa que el que no vive en él se está perdiendo lo mejor de la vida.
¿Por qué Jesús se expresa con esa rotundidad, que casi hiere nuestra sensibilidad? Pues porque se sabe realmente dador de vida, de la auténtica y única vida que nos hará felices.
Quizá alguien pensará: ¿bueno y las otras religiones qué? Jesús nos ha dicho hoy: “Nadie va al Padre sino por mí”. Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres. Si los musulmanes / judíos / hindúes tiene vida espiritual y reciben gracias de Dios es por la mediación y acción de Jesucristo. Si los musulmanes / judíos / hindúes se salvan es por la mediación de Jesucristo. Aunque ellos no lo sepan Jesucristo es también para ellos “El Camino, la Verdad y la Vida”.
Este percibir a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida, sólo es posible si tenemos intimidad con el Señor. En el evangelio de hoy está plagado de expresiones que nos hablan de esta intimidad:
“Que no tiemble vuestro corazón” Tenemos desasosiegos, dudas, y Él nos dice que nos serenemos, él nos da la paz y la vida.
“La casa de mi Padre”, no habla de un espacio físico, sino de una relación personal, íntima. Estamos en su casa, ¡somos miembros de la familia de Dios!
“Os llevaré conmigo”. Es su deseo, entrar en nuestra vida, llevarnos por el camino de la vida verdadera, hacia la casa del Padre.
En diferentes momentos aparecen las palabras “conocer” (4), “ver” (3) y “creer” (6), que no se pueden entender en un sentido teórico o físico, sino que expresan una experiencia de vida... que nace de la intimidad con el Señor.
Como superamos las dudas: mirando a Jesucristo, encontrándonos con Él. Evidentemente que no es el único camino: podemos consultar el catecismo, hablar con el sacerdote, o leer un buen libro, pero la intimidad con el Señor no puede faltar….
Evidentemente, en nosotros no hay una mala voluntad de rechazar a Jesucristo como fuente de Vida. Pero puede haber una voluntad deficiente de que él sea para nosotros dador de vida.
