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Domingo III del T.O.: Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.

Sun, 26 Jan 2014 00:23:00
 

CAMINEO.INFO.-

Isaías 8,23b–9,3
Sal 26,1.4.13-14
Corintios 1,10-13.17
Mateo 4,12-23


He dicho “Palabra de Dios”. Por tanto, “Dios nos habla” a cada uno. ¡No lo olvidemos nunca! A fuerza de repetirlo decimos “Palabra de Dios” como si nada. Dios nos habla, y todo aquello que Jesús dice a sus discípulos nos lo dice a nosotros.

Hoy Mateo nos presenta las primeras palabras públicas de Jesús: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Son palabras importantes, las primeras. Todos los evangelistas cuidan mucho cuáles son las primeras palabras que ponen en boca de Jesús.

Que Jesús hoy me diga “conviértete” me ha de llevar a mí a preguntar a Jesús ¿de qué me tengo que convertir? ¿qué tengo que cambiar? ¿cómo quieres que lo concrete en mi vida?... y después del diálogo con Él le pediremos “Señor dame la gracia para vivir esto que me has hecho ver”. ¡Qué fácil ser cristiano! Leemos el evangelio, establecemos un diálogo con Jesús a partir de lo que nos dice y acabamos pidiéndole la gracia para vivir aquello concreto que Él nos ha dicho.

El papa en el Evangelii Gaudium nos dice: “La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración”. ¿Quién es la Iglesia?, somos nosotros. Cada uno de nosotros necesita imperiosamente el pulmón de la oración. Necesitamos este diálogo con Jesús a partir de su palabra. Esto quiere decir oración: diálogo.

Hemos de velar para que en todos los actos de piedad haya este diálogo con Jesús: cuando participamos de la misa debe haber diálogo con Jesús, cuando hacemos lectura espiritual debería haber diálogo con Jesús, cuando rezamos debe haber diálogo con Jesús, cuando al anochecer repasamos el día debería haber diálogo con Jesús. Nos construimos en esta relación con Cristo.

Justo a continuación de estas palabras de Jesús, Mateo pone la llamada de los discípulos. No es porque sí, Mateo con esto quiere decir alguna cosa. Nos quiere decir que la llamada a seguirlo (“Venid y seguidme”) Jesús la está haciendo en un contexto de conversión. Es muy significativo: ¡cuando hay deseo de conversión puede haber seguimiento del Cristo! Si no hay deseo de conversión, no hay seguimiento. La conversión y el seguimiento de Jesús son dos caras de la misma moneda. Si hay conversión, hay seguimiento. Si hay seguimiento (real) hay conversión.

Hablando del seguimiento, hago la misma reflexión que para la conversión. Que Jesús hoy me diga “ven y sígueme” me ha de llevar a preguntar a Jesús ¿cómo te tengo que seguir? ¿cómo lo estoy haciendo? ¿en qué tengo que mejorar?... y, después del diálogo con Él le pediremos “Señor dame la gracia para seguirte como me has indicado que lo tengo que hacer” ¡Qué fácil ser cristiano! Leemos el evangelio, establecemos un diálogo con Jesús a partir de lo que nos dice y acabamos pidiéndole la gracia para vivir aquello concreto que Él nos ha hecho entender.

Y si esto lo hacemos cada día, la fuerza transformadora del evangelio es arrolladora. Lo vemos en la vida de los santos. Necesitamos el pulmón de la oración, la oración da aire a nuestra vida, necesitamos respirar.

De la escena de la llamada de Jesús a los discípulos puede sorprender que estos le sigan de una manera tan de repente, casi parece irreflexiva, autómata, si Jesús acaba de decir las primeras palabras. La respuesta a esta cuestión, la tenemos en Juan, que fue testimonio ocular de cómo fue todo. Mateo dice “Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea”. Por el evangelio de Juan sabemos que antes de ser encarcelado Juan Bautista, entre Jesús y los discípulos de Juan hubo diversos encuentros.

Algunos tan significativos que hasta Juan recordará la hora en que sucedió: “era como la hora décima (hacia las cuatro de la tarde)”. Por tanto, habían tenido relación, diálogo, encuentro, habían compartido largos ratos con Jesús.

Por tanto, los discípulos saben quién les llama, conocen a Jesús, le han tratado, y, por esto, responden inmediatamente.

Esto, a nosotros, nos ilumina otro aspecto, para seguir a Jesús hace falta conocerle. Dicho de otra manera, para seguir mejor a Jesucristo, hace falta conocer mejor a Jesucristo...

Seguir a Jesucristo no se improvisa, es necesaria una relación que dé consistencia a este seguimiento.

Acabo con las palabras con las que comenzaba: Jesús al inicio del tiempo ordinario, nos dice hoy a cada uno de nosotros: conviértete, ven i sígueme...







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