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Domingo XXIX del Tiempo Ordinario: «El que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos»

Sun, 04 Nov 2012 00:09:00
 

CAMINEO.INFO.-

Is 53,10-11
Sal 32,4-5.18-20.22
Heb 4,14-16
Mc 10,35-45

El evangelio de hoy es una llamada a amar siempre y en todo lugar a Dios y al prójimo. Es un don que, con tanta frecuencia, la Iglesia nos recuerde que hemos de amar a Dios y al prójimo. Es una gracia porqué lo único que nos salva es el amor.

Es curioso, a Jesús le preguntan: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” Le preguntan por el primero, por un mandamiento. Y Jesús no responde con un mandamiento sino con dos. Señal inequívoca que el amor a Dios y al prójimo no se pueden separar.

Es una vinculación que tiene mucho que decir a nuestra vida. De entrada quiere decir que amar a Dios nos ha de impulsar, nos ha de llevar a amar al prójimo. Nuestro Dios, revelado en Jesucristo, nos catapulta a amar al prójimo, a poner los demás, especialmente los necesitados, en medio de nuestra vida. Jesucristo con su vida, con su mensaje, con sus exhortaciones nos impulsa a amar y a hacerlo cada vez más. “Caritas Cristi urget nos”: la caridad del Cristo nos mueve, nos impulsa, nos moviliza...

El cristianismo nunca es estático, inmovilista, siempre nos lleva a ir avanzando en el camino del amor.

Si analizamos la historia de la Iglesia veremos muchas cosas negativas, que ya se encargarán los medios de comunicación de hacérnoslas saber, pero descubriremos también muchas cosas positivas: impulsados por este mandamiento de amar al prójimo, los cristianos de todos los siglos han sido los primeros en movilizarse a favor de los hermanos necesitados:

¿Quién fue el primero en acoger los niños huérfanos, en hacer orfanatos? Nosotros.

¿Quién fue el primero en acoger los leprosos y hacer leproserías? Nosotros.

¿Quién fue el primero en acoger los enfermos y hacer hospitales? Nosotros.

¿Quién fue el primero en enseñar a los niños y niñas y hacer escuelas abiertas a todos? Nosotros.

¡¡¡Y tantas otras cosas!!!

Y para que no nos pensemos que todo esto forma parte del pasado: ¿quién fue el primero en acoger los enfermos de SIDA cuando los echaban fuera de todas partes? Nosotros. ¿Quién es el primero en ayudar a todas estas familias que hoy necesitan ser “rescatadas”? Nosotros.

¡¡Hace falta valorar todo esto!! Nuestra aportación a la Humanidad ¡no tiene parangón!, no tiene comparación posible con ninguna otra institución. ¡Esta es también nuestra historia!, no sólo la de cosas negativas.

Digo “nosotros”, porqué si a mí me echan encima las cosas negativas que han hecho muchos miembros de la Iglesia, también, hemos de ser lo bastante listos, para atribuirnos todas las cosas buenas que han hecho a lo largo de los siglos muchos miembros de la Iglesia.

Ya es bastante sospechoso que sólo se destaquen las cosas malas, y las buenas no aparezcan nunca, como para que nosotros encima les hagamos el juego. Así que...

Háblame de Cruzadas y yo te hablaré de orfanatos.
Háblame de la Inquisición y yo te hablaré de las leproserías.
Háblame de los Papas Borja y yo te hablaré de las escuelas abiertas a todos.
Y entonces estaremos uno a uno. Y después hablamos de las Cruzadas, de la Inquisición o de los Papas Borja. Hay un libro genial que se titula “Leyendas negras de la Iglesia” de Vittorio Messori que va aclarando punto por punto, con rigor histórico, todas estas cuestiones.

(¡Vuelvo al evangelio, después de esta exhortación a favor de la autoestima católica!). Por tanto, vemos como en la historia de la Iglesia hemos seguido el mandamiento de amar al prójimo, ¿y nosotros?: ¿cómo llevamos este mandamiento?; ¿Nuestra relación con Dios nos lleva, nos catapulta hacia el prójimo? En el silencio de la oración valoremos como nuestra relación con Dios nos lleva o no al prójimo.

Nosotros hablamos mucho de amar, es un verbo muy cristiano, sale mucho en las homilías, a los hijos se les enseña que han de amar, en la catequesis se repite por activa y por pasiva, nos lo decimos a nosotros mismos: “he de amar más”. Pero nos quedamos con la primera parte del enunciado “Amarás a tu prójimo” y olvidamos la segunda parte “como a ti mismo”.

“Como a ti mismo”. Esto es muy claro, muy interpelador, es efectivo, concreto. Esta frase nos ha interpelado a lo largo de dos mil años y nos ha impulsado para escribir esta sorprendente historia de la caridad a lo largo de veinte siglos. “Como a ti mismo” nos ha de llevar también a examinar si amamos al prójimo de esta manera.

Acabo con la segunda parte de la vinculación entre el amor a Dios y al prójimo. Hemos dicho, hasta ahora, que el amor a Dios nos catapulta a amar al prójimo como a nosotros mismos. La segunda parte de la vinculación es que el amor al prójimo nos lleva a amar a Dios. Estamos llamados a hacer esta experiencia, que aquello que hacemos a favor de nuestros hermanos nos lleve a Dios.

¡No es fácil! Hace falta una visión sobrenatural, hace falta llevar puestas las gafas de la fe, hace falta pedir este don en la oración: que aquel gesto de amor al prójimo también nos aproxime a Dios.

Que la comunión con Jesucristo nos llene de su amor al Padre y a los hermanos.







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