CAMINEO.INFO.-
Sab 2,12.17-20
Sal 53,3-6.8
Stgo 3,16-4,3
Mc 9,30-37
Queridos hermanos y hermanas,
Cuando escuchamos la palabra de Dios, la Palabra de Cristo, todos tenemos una tendencia a hacérnosla nuestra: como la entiendo yo, como la valoro yo, como yo la puedo vivir. Y todo esto es bueno, pero al mismo tiempo podemos caer en el error de adaptarla a nuestra mediocridad, a nuestra manera de ser, podemos caer en el error de rebajarla a nuestra manera de hacer habitual, y entonces estamos desactivando toda la fuerza interpeladora y cuestionadora que tiene la Palabra de Dios. Hace falta que nos dejemos elevar, santificar, interpelar, por las palabras de Jesucristo que domingo tras domingo Él nos está dirigiendo. Vigilemos de no rebajar la Palabra de Dios si no nos dejamos asumir por ella ...
Hoy Jesús nos dice a nosotros que hemos de ser:
“los últimos los servidores de todos y acoger a los más débiles como si fuesen Dios mismo”
¿Qué haremos delante de estas palabras?... ¿Quizá las escucho un momento y se me olvidan? Delante de esto es preciso decir que toda nuestra vida cristiana, todas nuestras actitudes y comportamientos han de ser iluminados por la Palabra de Dios, por estás palabras...
Y esto exige un labor contemplativa de la Palabra de Dios por parte nuestra. En nuestra plegaria dejemos que estas palabras vayan impregnando nuestro corazón...
Dos ideas concretas respecto este evangelio:
• “Ser servidores de todos”. Es lo que Jesús ha vivido. Siendo Dios se ha bajado y se ha hecho hombre, y servidor de los hombres. Hasta el punto de lavar los pies a los discípulos para que entendiesen claramente la idea. Entonces, mucho más nosotros que somos sus seguidores. La verdadera grandeza está en servir, con amor. No servir porque es mi obligación, porque me toca, sino servir con amor, movido por el amor de Dios como hizo Jesús.
Servir con amor nos hace crecer como personas, porque amar es lo que nos hace personas. Bernanos, Diario de un cura rural, diálogos, “El infierno es no amar”.
¿Y nuestros criterios, maneras de hacer, son las de Jesús? Jesús nos dice que el importante es el que sirve. ¿Nosotros a quien consideramos importante? ¿A los que tienen éxito profesional?, ¿a los que salen en la tele?, ¿a los que tienen una gran casa o un gran coche?. Jesús nos dice que el importante es el que sirve. Nos hace falta aprender a mirar con los ojos de Dios.
• La segunda idea nace de este gesto de Jesús tan entrañable y sorprendente a la vez: Después de haber estado sus discípulos discutiendo por el camino quien era el más importante Jesús hizo venir a un niño, lo pone en medio, y dijo: “el que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”... Profundicemos un poco esta afirmación:
. En tiempo de Jesús los niños no contaban, no tenían derechos.
. Jesús pone al niño “en medio”. Es un gesto simbólico. Es preciso poner en medio, en el centro de nuestra vida, al que no cuenta, al pobre, al débil...
. Jesús identifica acoger al niño como acogerlo a Él y como acoger a Dios mismo. Quien acoge un niño, un pobre, un débil, está acogiendo a Dios...!! Vale la pena darnos cuenta de lo que quiere decir esto.
Y si Jesús nos dice esto, nuestra vida, si queremos ser cristianos auténticos, no puede entenderse al margen de lo que hoy nos pide Jesús.
No me lo puede negar nadie: nos hace falta meditar, rezar, reflexionar estas palabras para llegar a hacerlas vida. Y esto no se hace en cinco minutos... La Palabra de Dios es preciso que vaya impregnando nuestra vida...
La roca es dura, y el agua es blanda, pero con el paso de los años el agua es capaz de erosionar y dar forma a la roca. De la misma manera nuestro corazón es duro, y la Palabra de Dios es blanda, pero con el tiempo, si la meditamos, la Palabra de Dios acaba dando forma a nuestro corazón.
Es fácil con un evangelio como éste hacer una predicación moralista, (decir lo que se ha de hacer) o una predicación voluntarista (donde el fundamento de lo que se ha de hacer es la voluntad humana, el esfuerzo de la persona). ¡Todo lo que he dicho no se puede vivir si no estamos unidos a JC!. Nos hace falta enraizarnos en Él, injertarnos en Él, vivir en Cristo, para llegar a ser el hombre nuevo, la criatura nueva que es capaz de morir el hombre viejo y vive con alegría y con gozo el seguimiento del Cristo y lo que Él nos propone.
Y desde este arraigo en Cristo entonces sí que sale de una manera mucho más espontánea y nada voluntarista el ser el último, el servidor de todos, acoger a los más débiles como si fuesen Dios mismo.
Esto es así no porque yo así lo haya descubierto sino porque JC nos lo dijo en el evangelio de Juan, donde Jesús nos dice clarísimamente: “sin mí no podéis nada”.
Que esta eucaristía nos anime a entrar y vivir por estos caminos...
