Domingo XXVII tiempo ordinario:"Dejad que los niños vengan a mí"

Moisés fue un gran personaje del Antiguo Testamento, por ello se hace necesario antes de nada aclarar porque permitió el divorcio.

En tiempos de Moisés lo que ocurría es que había hombres que abandonaban a sus mujeres y entonces las mujeres quedaban en una situación de abandono, muy vulnerables, no amparadas legalmente.

Moisés ante esta situación, provocada por la dureza de corazón de esos hombres, dice que el hombre que abandona a su mujer le dé un documento de divorcio. Gracias a este documento la mujer queda más amparada. La ley de Moisés es una ley para proteger a la mujer. Lo que ocurrió es que el judaísmo corrompió el auténtico sentido de la ley. Y lo que era una defensa de las mujeres abandonadas se convierte en una ley en contra de ellas porque se acaba interpretando que el hombre puede divorciarse de la mujer por cualquier motivo.

Las palabras de Jesús al decir "en el principio" nos remiten a la intención original del Creador. Jesús viene a decir esto del matrimonio no depende de las leyes humanas, esto depende de la intención del Creador, esto depende de la ley eterna escrita en la naturaleza del hombre. Una cosa mala la ley no la hace buena, la hace legal, no buena.

Cristo quiere fortalecer, dignificar, sobrenaturalizar el amor humano de los esposos. Matrimonio es cosa de tres. Los esposos han de abrirse a esta acción de Cristo en sus vidas. Cristo quiere hacer camino con los esposos, pero estos han de abrirse a su acción.

Porque hay tanto fracaso matrimonial, tanto divorcio y tanta infidelidad, porque le gente vive en el Antiguo Testamento y no se han encontrado con Cristo. Y en el A.T ya sabemos lo que hay: divorcio y poligamia.

En el tema del divorcio y la infidelidad las estadísticas, las cifras, dan miedo. Cerca del 45% de los matrimonios se divorcian y los estudios sobre la infidelidad en Europa la sitúan en un 60%. Cifras tremendas que nos hablan de un fracaso como sociedad. Esto no es un fracaso personal de esas personas, es un fracaso de todos.

¿Y los motivos? Hay muchos, yo apunto uno que me parece crucial: no sabemos amar. Y no sabemos amar por muchos motivos, yo apunto sólo tres:

•No tenemos educada la voluntad. La inteligencia sabe distinguir lo bueno de lo malo, pero la voluntad no tiene fuerzas para alcanzar lo bueno y se deja llevar por el "me gusta", "me apetece", etc. Es una voluntad débil, porque se ha ejercitado poco el esfuerzo y la constancia. Valores que no están de moda …

•Segundo motivo: Tenemos muchas ideas equivocadas en la cabeza. Por ejemplo, entender el amor como que me siento "superenamorado" o "muy realizado" o "muy a gusto con el otro".. En todas estas expresiones el centro es uno mismo. Yo me siento …. Yo…. Yo …. El que dice todo eso no ama al otro, se ama a sí mismo. Él no se da cuenta, pero es así. Y entonces cuando vienen pequeñas dificultades y ya no se siente tan realizado, ni tan a gusto y entonces abandona… No ha llegado a amar al otro.

Cuando se ama de esta manera al otro le estamos diciendo: "Te quiero, me sirves en la medida que estoy bien. No estoy dispuesto a darme. El día que … adiós …"

Jesús y la Iglesia nos proponen otro estilo de amar: el otro vale tanto, le amo tanto, que le entrego todo lo que soy, lo mejor de mi corazón. Amor = entrega. En el amor verdadero el importante no eres tu, sino el otro. Un amor así entendido, así vivido, puede ser para siempre. Por eso Euripides, hace 2500 años, ya decía, "El amor humano o es para siempre o no es verdad".

Los cristianos no creemos en amores con fecha de caducidad, porque cuando sabes que una relación se va acabar ya no te das del todo (para empezar ya no le das tu futuro, ni seguramente tus esperanzas, tus ilusiones, etc….)

Tercer motivo: un error muy habitual hoy en día es confundir el sentimiento con el amor. El amor es mucho más amplio y profundo que el sentimiento. El amor afecta a toda la persona (inteligencia, voluntad y afectividad). El sentimiento va y viene, es voluble, ahora siento mucho ahora siento poco, lo que permanece es la decisión de amar al otro pase lo que pase.

El amor verdadero implica la afectividad, la inteligencia y la voluntad. Porque la tolerancia, el perdón, la comprensión, la gratuidad, la renuncia a uno mismo, no salen espontáneamente. No vienen del sentimiento, o ponemos voluntad e inteligencia o tendremos relaciones sin perdón, sin comprensión, sin gratuidad, sin renuncia,