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II Domingo del tiempo ordinario

Sat, 13 Jan 2018 21:54:00
 

CAMINEO.INFO.-


PRIMER LIBRO DE SAMUEL 3, 3b-10. 19
Salmo 39, 2 y 4ab. 7. 8-9. 10
CORINTIOS 6, l3c-15a. 17-20
JUAN 1, 35-42


En la primera lectura contemplamos a Samuel un poco despistado, no sabe reconocer la voz de Dios, y las indicaciones de su maestro Elí le ayudan a hacerlo.

 

En la Diócesis de Milán, hace ya unos cuantos años, el Cardenal Martini puso en marcha una iniciativa muy interesante, se llamaba “Proyecto Samuel”. Pretendía que todo joven de dieciocho años, hiciera un receso de un día y saliera del receso con un acompañamiento espiritual. La motivación para iniciar este proyecto era doble. Por un lado el entorno en el que viven los jóvenes es cada vez un entorno más secularizado, más mundano, y esto genera en el joven muchos interrogantes. ¡¡Esto nos pasa a todos!! Interrogantes que alguien ha de saber responder. Y, por otro lado,  es muy fácil engañarse en la vida espiritual. Esto también nos pasa a todos, todos hemos hecho experiencia.

 

La tarea más crucial, más determinante, que tenemos todos nosotros encomendada por Dios, es, como decíamos en el salmo, “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Jesús mismo nos dice: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra”. Pero, si no estamos alerta, es posible que en lugar de hacer la voluntad de nuestro Padre acabemos haciendo nuestra propia voluntad. ¡¡¡OJO!!

¿Cuántas veces hemos rezado, diciendo “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”?...

 

A nosotros, creyentes, se nos pide un giro copernicano. Si antes de Copérnico, se pensaba que la tierra era el centro del Universo, a partir de Copérnico queda claro que el Sol es el centro del sistema solar. Pues, como decía, a nosotros, creyentes, se nos pide un giro parecido: en lugar de que Dios se adapte a nosotros, a lo que nos parece, que quiere decir que nosotros somos el centro. En lugar de esto, es preciso que nosotros entremos en el proyecto de Dios, es preciso que nosotros descubramos qué es lo que Él quiere, porque él es nuestro centro.

 

Este giro tiene otro nombre: descentramiento. Yo ya no soy el centro de mí mismo. Me descentro. Y Dios Padre es nuestro nuevo centro. . 

 

Este descentramiento, este giro copernicano no es fácil. Es muy fácil auto engañarse. Es muy fácil acabar haciendo la nuestra y olvidar lo que Dios quiere de nosotros. De aquí nace la importancia de ser acompañado en este viaje apasionante: de descubrir en cada momento lo que Dios quiere de nosotros.Desde mi conversión siempre he estado acompañado por un sacerdote.

Pasemos al evangelio: Dice Juan relatando su encuentro con el Señor: “Serían las cuatro de la tarde”. ¡Qué bonito que Juan tenga vivo el recuerdo de aquella tarde, muchos años después!

 

¿Qué matrimonio no recuerda el día que se conocieron? ¿Qué sacerdote, religioso o religiosa no recuerda el inicio de su vocación?

 

Pues, Juan también recuerda aquella tarde que marcaría su vida. Nada sería igual para Juan a partir de aquella tarde. Juan se encuentra con Jesús, el Señor, y, esto da un nuevo horizonte a su vida.

 

Un signo de este cambio que comporta para el discípulo, encontrarse con Jesús es el cambio de nombre de Simón por Pedro. Este cambio de nombre nos habla de la transformación profunda que se da en el discípulo, gracias al encuentro con Jesús.

 

¿Qué encontraron aquella tarde? Jesús no les ofrece riquezas, no les ofrece poder, no les ofrece éxitos humanos. ¿Qué encontraron? ¡¡Encontraron Jesús!! Se encontraron con su mirada, con su manera de hablar, un habla nuevo, con autoridad, que da luz. Se encuentran con una persona cercana, afable, amable...

El seguimiento que harán los discípulos se fundamenta en una experiencia viva del Señor, no en una doctrina, ni un consejo moral, ni unos mandamientos a seguir, sino una experiencia de relación con una persona. Es muy importante esto: esta relación con Jesús será la que fundamente su seguimiento.

 

En nuestra vida, ¿podemos decir que hemos hecho esta experiencia viva de encuentro con el Señor? En  nuestra oración personal tengamos la humildad de preguntar al Señor: “¿Nos hemos encontrado?”

 

Si la respuesta es “no”, tranquilo,  ¡ya sabes qué has de hacer! ¡¡Acoge la invitación que nos hace hoy a todos!!: “Venid y lo veréis”. Hoy te dice:”Ven y lo verás”. No rehusemos su invitación. Él también quiere pasar la tarde contigo...

 

Pienso que a nuestro cristianismo le falta experiencia de encuentro con Jesús... Sí que hay misas, y oraciones, y buen comportamiento, pero, nos falta el encuentro... (En las catequesis para adultos hemos ido hablando de cómo hacerlo).

 

Cuando se pruduce este encuentro, que cambia tu vida, tú también podrás decir, como Andrés: “Hemos encontrado al Mesías”. Amén.









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