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Domingo XXVIII tiempo ordinario: ¿De verdad Dios es lo más importante de tu vida,

Sun, 11 Oct 2009 06:43:00
 

CAMINEO.INFO.-

Sb 7, 7-11
Salmo:
89
Hb
4, 12-13
Mc
10 17-31

Queridos hermanos y hermanas,

Leemos la Palabra de Dios para que ilumine nuestras vidas, con esta actitud es necesario que la escuchemos y la meditemos. Ella nos indica un camino a seguir, quizás nos parece que estamos lejos, pero con la gracia de Dios es posible hacer este camino y vivirlo plenamente.

EL hombre preguntó a Jesús: “¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?” Este hombre se cuestiona por el sentido de la vida. Se preocupa por las cosas importantes. Va a lo esencial. Tantas veces nosotros perdemos tiempo con cosas totalmente banales.

El filósofo Immanuel Kant decía: “Lo que más interesa es lo que menos se conoce, y lo que más se conoce es lo que menos interesa”. Lo que más interesa ¿qué es? Las preguntas fundamentales: ¿quién soy? ¿De dónde vengo, dónde voy? ¿Qué me hará feliz? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué he de hacer para…? Esto es lo que más interesa, pero es lo que menos conocemos. Y en cambio, lo que más se conoce (el Barça, los trapos sucios de los famosos, las corrupciones políticas, etc.) es lo que menos nos tendría que interesar”.

Hace falta que nosotros seamos también como este hombre que se cuestiona por el sentido de la vida. Hoy también nosotros le preguntamos a Jesús: ¿Qué he de hacer…?. Por tanto su respuesta nos interesa mucho. Le dice lo mismo que nos diría a nosotros.

Jesús le dice: Ya sabes los mandamientos: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Los mandamientos de la Ley de Dios no están pasados de moda. No podemos olvidarlos. JC los cita como una realidad que hay que vivir. Son como las pistas luminosas que en la noche nos iluminan el camino. Pero los mandamientos podemos decir que son el mínimo, el cumplirlos nos abre un camino que nos lleva más allá. El cumplirlos nos introduce en el camino moral y espiritual de la perfección, de la santidad.

Pensad que todos los santos y santas, y todos estamos llamados a serlo, han hecho mucho más que cumplir los mandamientos. Lo que han hecho es cumplir los mandamientos y entrar en un camino de la perfección en el amor, el camino de la santidad.

El Joven del evangelio cumple los mandamientos pero intuye, percibe, que hay algo más: por eso dice: “Todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Y Jesús le dice: “Una cosa te falta”. Se confirma lo que decíamos: los mandamientos constituyen la primera etapa. Y ante la presencia de Jesús al que el joven habría escuchado en diversas ocasiones el joven intuye que aun está lejos de la meta. Y Jesús le anima a emprender el camino de la perfección en el amor, el camino de la santidad.

Y Jesús le dice: “Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo”. Y en este punto surge la pregunta: ¿Esto Jesús nos lo dice a todos o se lo dice sólo a algunos? ¿Esta llamada a venderlo todo Jesús nos la hace a todos o sólo a algunos? La respuesta es a todos. También hoy Jesús nos dice a nosotros que “lo vendamos todo y lo demos a los pobres...”

Cuando hago afirmaciones un poco sorprendentes y radicales me gusta fundamentarlas en el magisterio, para que no se vea que es una exageración mía. Hay un texto de la VS (Veritatis Splendor) que comenta este evangelio que hoy hemos leído y dice: Punto 18, cito textualmente:

“Esta vocación al amor perfecto no esta reservada de modo exclusivo a una élite de personas. La invitación “anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres” se dirige a todos, porque es una radicalización del mandamiento del amor al prójimo. Los mandamientos y la invitación de Jesús al joven rico están al servicio de la caridad, que espontáneamente tiende a la perfección cuya medida es Dios mismo: “vosotros sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial”.

En otras palabras Jesús nos pone en un camino de amor al prójimo donde la medida del amor es amar sin medida, “sed perfectos como…” amad como Dios ama. Movidos por el amor a Dios siempre iremos amando más y más, cada vez más perfectamente. Es lo que han hecho los santos. Hasta el punto que desearemos vender, dar lo nuestro, para que otros puedan vivir. Queda claro por el texto evangélico que las riquezas son un estorbo para seguir a Jesús.

¿Nos descoloca, nos incomoda? Claro que sí. ¿Qué hemos de hacer? Pedir al Señor que nos ayude a vivir esto que nos propone. No lo pasemos por alto. Por nuestras fuerzas no podemos… es gracia de Dios que nos hace falta pedir. Jesús nos ha dicho: “Dios lo puede todo”

De entrada un cristiano tendría que estar más pendiente de como puedo desprenderme de cosas y no de como puedo acumular más cosas. Y vayamos haciendo un discernimiento de lo que podemos vender…

Si nos fijamos bien la alternativa que Jesús propone es “anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme”. Le está diciendo: las riquezas o yo. Porque Jesús es el bien máximo, el tesoro escondido, la perla preciosa por la cual vale la pena venderlo todo. Y las riquezas un estorbo para seguirlo verdaderamente.

Todo esto que he dicho es imposible por nuestras propias fuerzas, no es cuestión de puños ni de mucha voluntad, nunca ser cristiano ha consistido en esto. En cambio es posible movidos por el amor de Dios, por el Espíritu de Jesús. Injertémonos en Jesús para que nos dé su Espíritu y guíe nuestras decisiones.

¿Y todo esto donde nos llevará? Lo dice Jesús al final del evangelio: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más”. ¿Qué negocio conocemos que te dé el 100 x 1? Tú das uno y te dan 100. A Dios no lo ganaremos en generosidad.







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