CAMINEO.INFO.-
Hechos 4, 33. 5, 12. 27b-33. 12, 1b
Salmo 66
1Corintios 4, 7-15
Mateo 20, 20-28
Celebramos hoy la Solemnidad del Apóstol San Jaime, hijo de Zebedeo, hermano del evangelista San Juan, junto con Pedro y Juan fue testimonio de la transfiguración y el primero de los apóstoles que recibió el martirio.
Hoy os propongo hacer el camino de Santiago. No el camino exterior y físico, sino el camino interior y espiritual que tuvo que hacer el apóstol. Pensemos que de querer poder y prestigio pasará a ser el primer apóstol que dará la vida por Jesucristo. Este cambio comporta todo un proceso interior: ¡hagamos también nosotros el camino interior de Santiago!.
Primera etapa del camino: purificar intenciones y deseos.
En el corazón de los apóstoles, como en el nuestro, convivían intenciones muy nobles y otras no tan nobles. Lo vemos claramente manifestado en el evangelio de hoy: Juan y Santiago pidiendo sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda en el Reino de Jesús, desean poder, influencia, autoridad.
¿Qué intenciones y deseos hay en nuestro corazón? ¿Qué intenciones y deseos nos hace falta a nosotros purificar? Es preciso mirar nuestro interior... esta semana …
Vemos en el evangelio de hoy como Jesús a través del diálogo purifica las intenciones y los deseos de los apóstoles.
Jesús les dice que lo que han de desear es servir, darse a los otros, en una palabra: amar verdaderamente. Es en el diálogo con Jesús que también nosotros recibimos su purificación.
¿Dónde se da este diálogo? En la oración... en la meditación de los evangelios...
Segunda etapa: clarificar conceptos.
Juan y Santiago tienen una concepción política/social del reino que Jesús ha venido a traer y esto les lleva a hacer la petición que hacen. Su concepto de Reino de Dios es equivocado.
No es sólo en este evangelio de hoy, hay muchas escenas donde a los discípulos les cuesta entender a Jesús.
Lo mismo nos puede pasar a nosotros. También nosotros podemos tener ideas equivocadas sobre el reino de Dios, sobre en qué consiste la vida cristiana, sobre cómo ser cristiano hoy en día.
Un ejemplo: Hoy en día hay mucha gente que se conforma en no hacer el mal. Reducen la vida cristiana a no hacer el mal. Es más, muchas veces, aplicamos el concepto “buena persona” a una persona que no hace mal a nadie, no a la persona que hace el bien.
Es bueno no hacer el mal, ¡claro que sí!, pero es absolutamente insuficiente. Jesús no predica no hacer el mal, predica hacer el bien, servir a los otros, dar la vida por ellos, llegar a ser servidor,... Si Jesús se hubiera limitado a no hacer el mal, se habría quedado en Nazaret, y la redención no se habría producido.
Santiago y Juan entendían mal en que consiste el reino, también nosotros podemos tener visiones muy poco enraizadas en el evangelio de lo que es y no es la vida cristiana.
¿Cómo clarificar nuestros conceptos/ideas? Como Santiago y Juan hacen hoy, desde el diálogo con Jesucristo. En la plegaria Él voltea nuestros conceptos equivocados...
Tercera etapa: la pequeñez
Todo esto que hemos dicho ¿dónde nos lleva? Todo esto que hemos dicho ¿dónde llevó a Juan y Santiago? A reconocer su pequeñez.
Como hoy hace San Pablo a los cristianos de Corinto: “Hermanos: El tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”.
No es una casualidad que después de la escena de hoy el evangelista sitúa la curación de dos ciegos. Somos ciegos que necesitamos que Jesús nos cure, nos haga ver claro. Hace falta reconocer nuestra pequeñez, nuestra ceguera, para que de esta manera nos abramos a la luz del Señor y no nos quedemos cerrados en nuestra oscuridad.
Habría más etapas: la etapa de proclamar con valentía la buena nueva del evangelio (“Habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza”). La etapa de obedecer a Dios antes que a los hombres. Y finalmente la etapa de dar la vida por el Cristo. Las dejamos para otro año.
Que esta eucaristía nos lleve a purificar intenciones y deseos, y a clarificar ideas que pensamos son cristianas y no lo son todo ello descubriéndolo desde nuestra pequeñez.
