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Sir. 35, 12-14.16-18; 2
Sal 33, 2-3. 17-18. 19 y 23(R.: 7a)
Tim. 4, 6-8.16-18;
Lc. 18, 9-14.
Es sorprendente la conexión que tiene este evangelio con el de los tres últimos domingos.
Hace tres domingos los discípulos decían a Jesús: “Señor, auméntanos la fe”, era un acto de reconocimiento de su pequeñez ante todo lo que Jesús les planteaba ...
Hace dos domingos los leprosos se acercaban a Jesús y le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Reconocían su pequeñez, su necesidad de ser salvados, sanados.
Domingo pasado escuchábamos la parábola de Jesús que nos llamaba a rezar siempre y sin perder nunca la esperanza. La oración de petición es un reconocimiento de nuestra pequeñez, de que por nosotros nada podemos, que la vida cristiana es un don que debemos implorar.
Y hoy culmina esta enseñanza con la parábola del fariseo autosuficiente y del publicano humilde. ¡Extraordinario!
Con estos evangelios se nos está dando una clave ineludible, imprescindible, para vivir nuestra vida espiritual: somos pequeños, somos débiles, somos pecadores.
Os explico una cosa que me sorprende mucho: yo hago revisión de vida una vez al mes con 5 sacerdotes. Cuando ponemos nuestra vida encima la mesa aparece reiteradamente nuestra debilidad, nuestra pequeñez, nuestra imperfección... Y en cambio cuando hablo con laicos nada de todo esto aparece, sino todo lo contrario: la mucha fe que tienen, las muchas cosas que hacen, su inexistente pecado, por lo que dicen parece que estoy hablando con personas que ya han llegado a la cima de la santidad y que poco más les queda por hacer... ¡¡¡ De verdad es así...!!!
Un signo objetivo de esto es lo mucho que os cuesta confesaros. Al que se siente débil, pequeño, imperfecto no le cuesta confesarse...
Hace falta que miremos estos dos modelos que Jesús nos plantea, mirarnos, verdaderamente, a nosotros mismos, y descubrir si somos más bien como el fariseo o como el publicano. Es Jesús quien nos lo está pidiendo al proponernos hoy esta parábola.
El evangelista deja muy claro a quien se está dirigiendo Jesús con esta parábola:
. a los que se tienen por justos
. a los que se sienten seguros de sí mismos. Pienso que el pecado más extendido en occidente es la autosuficiencia, que nos cierra en nosotros mismos y aparta a Dios de nuestra vida.
. a los que desprecian a los demás. Como que vamos a misa miramos a los otros por encima del hombro.
Voy a describir las actitudes del fariseo, para que descubramos si hay también hay en nosotros alguna actitud farisaica en nuestro modo de relacionarnos con Dios. Yo pienso que todos llevamos un pequeño fariseo dentro:
• El fariseo siente complacencia de sí mismo. Está satisfecho de sí mismo. ¡Qué bueno que soy!
• Fundamenta su vida religiosa en las buenas obras externas hechas por él.
• El fariseo tiene puesta su confianza en lo que hace: “Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”, no en la misericordia de Dios…
• El se sitúa ante Dios como propietario de lo hecho, no se da cuenta que ha recibido las gracias para hacer el bien. El bien que ha hecho le lleva al orgullo, pues no lo reconoce como un don de Dios.
• Él se sitúa ante Dios como acreedor y no como deudor. Sus buenas obras le lleva a exigir un premio a Dios (justicia retributiva).
• Pienso que nunca se ha perfilado mejor a un fariseo que como lo hace el Papa Benedicto XVI en su libro sobre Jesús de Nazaret: “En el fondo ni siquiera mira a Dios, sino sólo a sí mismo. No necesita a Dios, porque lo hace todo bien por sí mismo. No hay ninguna relación real con Dios, que a fin de cuentas resulta superfluo, basta con sus propias obras. El fariseo se justifica por sí solo.”
El fariseo, dice el Papa, “no mira a Dios… no tiene relación real con Dios…”. Si no nos sentimos pequeños, imperfectos, ¿Qué sentido tiene Dios? Desde la autosuficiencia no puedo encontrarme con Dios, porque Dios es innecesario. ¿Tenemos una relación real y personal con Dios?
El fariseo autosuficiente se pensaba que era una persona religiosa, y en el fondo no lo era, aunque fuera al templo... ¿Tenemos una relación real y personal con Dios?
Nuestras actitudes deberían ser las del publicano. Nosotros hemos de situarnos delante de Dios como el publicano. Hoy Jesús nos lo está poniendo de ejemplo:
• “El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:”¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador””. Cuando pide compasión se sitúa ante un Dios misericordioso, tiene una relación real con Dios.
• El publicano necesita a Dios. Ha descubierto su debilidad.
• El publicano no presenta sus éxitos, sus logros, pide misericordia, pide que el amor de Dios actúe en él.
• El publicano, se humilla y es perdonado, queda justificado.
• El publicano clama desde el abismo, quien no se siente en el abismo no puede clamar a Dios. Cuando se reconoce pecador, reconoce su propia realidad. Reconoce su pobreza, su necesidad de ser salvado, su impotencia para salvarse a sí mismo. Es desde este ser pobres y pecadores que nos situamos ante Dios y él nos santifica, nos justifica, nos hace justos.
Que esta eucaristía nos ayude a hacer nuestra la actitud interior del cobrador de impuestos...
