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Domingo III del Tiempo Ordinario: "Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír"

Sun, 27 Jan 2013 00:02:00
 

CAMINEO.INFO.-

NEHEMIAS 8, 2-4a.5-6.8-10
SALMO
18
CORINTIOS
12, 12-30
LUCAS
1, 1-4; 14-21

Cada domingo leemos la Palabra de Dios, ya forma parte de nuestra rutina dominical. Y, quizás, esta repetición hace que no nos demos cuenta de lo que hacemos: escuchamos a Dios que nos habla, que nos habla a cada uno de nosotros, para iluminar nuestra vida.

Es fácil que cuando una cosa se hace de manera repetida vaya perdiendo su sentido, su novedad. Hemos de evitar este peligro. La Palabra de Dios siempre es nueva.

Puede pasar que vivamos la materialidad del acto (estamos en la iglesia, sentados, en silencio, escuchando frases), pero no vivimos la acción como un acto personal, donde nuestra persona está implicada. O sea, escuchamos frases, pero no escuchamos a Dios que me habla. Porqué no se trata sólo de estar físicamente, sino de estar personalmente, ayuda mucho el hecho de venir a la misa con la Palabra ya leída, ya meditada...

Hoy, la primera lectura nos da una lección, a mí el primero, de cómo escuchar la Palabra, de cómo reverenciarla. Es, pienso yo, una escena impresionante, quizás, de las más impresionantes de todo el Antiguo Testamento.

Todo el pueblo ha estado convocado (también los niños), han preparado una tarima desde donde se proclamará la Palabra, se ponen de pie para escuchar, “Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley”, “Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley”. “Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieran la lectura”. Y así estuvieron horas, “desde el amanecer hasta el mediodía”. Y el día terminó con una fiesta, porqué cuando haces experiencia de la Palabra que toca la vida, la fiesta es inevitable.

El Pueblo de Israel experimenta lo que dice el salmista: “Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”. Es la experiencia que también nosotros estamos llamados a hacer...

¿Esta Palabra que leemos domingo tras domingo, es espíritu y es vida? Contestémonos en el silencio de nuestra oración. Dice San Agustín: “El evangelio es la boca de Jesús”.

Me decía hace tiempo un adolescente: “qué bonito habría sido ser un discípulo de Jesús y poder escucharlo”. Y yo le dije: pero si ya eres un discípulo de Jesús, pero si tú tienes mucha más conciencia de quien es Jesús que ellos, si tú sabes mejor que ellos cuál era la pretensión de Jesús, pero si tú cuando lees el evangelio escuchas a Jesús como ellos lo escucharon,...

Le faltaba a este adolescente crecer en la certeza de que cuando escuchas el evangelio, es Jesús quien habla... y ¡es tan enriquecedor escuchar a Jesús! No hay una palabra que penetre tanto en nuestro interior,
no hay una palabra que nos pueda iluminar más, no hay una palabra que pueda transformar más nuestra vida.

Mirad las palabras que Jesús utiliza para hablar de su mesianismo, de su tarea hacia nosotros: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar…… del Señor”.

Resumiendo, su misión se sintetiza en cinco palabras: Buena Nueva, libertad, luz, liberación, año de gracia.

Pero, todo esto no es una bonita teoría, o una poesía que proviene del profeta Isaías... Esto es una realidad que está cerca de nosotros y que se hace presente en nuestra vida cuando le abrimos el corazón, cuando rezamos, cuando leemos el evangelio.

Otro aspecto que nos ilumina el hecho de que cada domingo leamos el evangelio, es que nosotros lo que hacemos es acoger una revelación.

Y esto ya lo sabemos, pero es bueno repetirlo, porqué la tendencia actual de hacerse una religión a la carta, según lo que a mí me parece, es una tendencia muy fuerte, muy cultural, muy de nuestro momento, y que a todos nos afecta. Y lante de esta tendencia, hace falta recordar que el cristianismo parte de la revelación de Dios, surge de un Dios que se revela hasta el punto de encarnarse. No es “a mí me parece...” “yo pienso...”. ¡Es Dios que revela!

Martin Buber viene a decir en su libro “El eclipse de Dios”, que la dificultad actual nace de haber situado entre Dios y nosotros una cierta idea de Dios. O sea, nuestra idea de Dios nos impide acoger la revelación de Dios. El Dios a la carta, la religiosidad de hacer lo que me parece a mí, lo que yo siento, impide acoger el Dios que se quiere revelar.

Por tanto, no me puedo hacer una religión a la carta, porqué la carta me la da Dios, en la persona de Jesucristo, y esta carta escrita se llama Evangelio.

Cuando recibimos una carta de un amigo, que está en un país lejano nos alegra, y si además nos explica cosas interesantes y cercanas nos entusiasma leerla. Pues, el evangelio es la carta de Dios, la carta que cada día nos envía nuestro amigo...







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