CAMINEO.INFO.-
GÉNESIS 1,1-2,2
SALMO 103
GÉNESIS 22,1-18
SALMO 15
ÉXODO 14, 15-15,1
SALMO Ex 15, 1-6, 17-18
ISAÍAS 54, 5-14
SALMO 29
ISAÍAS 55. 1-11
SALMO Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6
BARUC 3, 9-15. 32—4, 4
SALMO 18
EZEQUIEL 36, 16-28
SALMO 41, 42
ROMANOS 6, 3-11
SALMO 117
LUCAS 24, 1-12
A mí esta celebración me tiene el corazón robado. Todo es perfecto, todo tiene sentido, todo es muy expresivo, no hay nada accesorio. Todo es profundamente catequético. Los gestos, las palabras, el ritmo, expresan muy bien lo que estamos celebrando.
Hemos empezado fuera de la iglesia a oscuras. Oscuridad que simbolizaba el mal, las tinieblas, el pecado; el pecado del mundo y nuestro pecado.
Y en medio de esta tiniebla aparece una luz. Es la luz de Cristo. Cristo es la luz. Y ante de su luz, las tinieblas retroceden... Se ha hecho la luz, la luz vence la oscuridad.
Y hemos hecho una solemne declaración de quién es Cristo, porqué su identidad es algo capital para nosotros:
“Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A Él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén.”
¡Impresionante!. Nos hace bien considerar estas palabras para profundizar la conciencia de a quien estamos siguiendo.
Cristo se ha hecho presente en la oscuridad, en nuestras oscuridades, y desde ellas nos ha dicho “ven y sígueme”.
Y siguiendo a Cristo, representado en el cirio pascual, hemos entrado en la iglesia. Es Cristo quien ha fundado la Iglesia, es Cristo quien nos introduce en la Iglesia. Cuanto más unidos a Cristo, más unidos a la Iglesia.
Justo entrar, dentro de la Iglesia, hemos recibido la luz. La Iglesia nos comunica esta luz. Hemos de amar mucho la Iglesia que nos comunica a Cristo. Y esta luz que llevábamos era un signo de la presencia de Cristo resucitado en nosotros.
Al encender el Cirio Pascual hemos dicho: “Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu”. Esta es nuestra experiencia, Cristo ha disipado nuestras tinieblas, por esto estamos aquí. Estamos aquí porqué hemos experimentado que Cristo es luz para nuestra vida.
Y una vez recibida la luz nos la hemos pasado de unos a otros. Porqué cuando experimentamos a Cristo como luz, como vida, nos damos cuenta que esto lo hemos de comunicar. No nos quedamos la luz para nosotros solos. Sería un acto de egoísmo si viendo a gente que nos rodea, que caminan a oscuras, nosotros no compartiéramos nuestra luz. Seríamos egoístas... La luz la compartimos...
Y cuando avanzábamos por el pasillo central cantábamos “La luz de Cristo / Demos gracias a Dios”. Hemos de dar muchas gracias a Dios por Jesucristo. Jesucristo es el gran regalo de Dios a la Humanidad. Por esto, al inicio de todos los prefacios damos gracias al Padre por Jesucristo.
Después hemos proclamado la Palabra de Dios. Y hemos entendido que todo lo que hemos leído habla de nosotros y nos habla a nosotros. Nosotros somos el Pueblo de Israel. Si la Palabra de Dios siempre es viva y actual, hoy lo es más que nunca.
En el evangelio hemos escuchado el anuncio: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.
Y ahora la Iglesia nos ofrece cincuenta días para resucitar con Cristo. Aún hay tinieblas en nuestra vida y tenemos cincuenta días para poder resucitar con Cristo, participar de su victoria sobre el pecado y la muerte.