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Domingo IV de Pascua: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco"

Sun, 21 Apr 2013 00:01:00
 

CAMINEO.INFO.-

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 13,14.43-52
SALMO
99
APOCALIPSIS
7, 9.14b-17
JUAN 10, 27-30


En el IV domingo de Pascua siempre contemplamos la figura del “Buen Pastor”. Parece que la Iglesia nos quiera decir: “Jesús ha resucitado, está sentado a la derecha del Padre, pero... continúa presente entre nosotros como Buen Pastor.

Analicemos como el Buen Pastor se nos presenta en este evangelio: Empieza diciendo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco”. Jesús no habla de un escuchar exterior, no se trata de conocer el tono de voz y poder decir: “es Jesús”. Este escuchar exterior también lo hacían los fariseos y maestros de la ley.

¿Qué quiere decir, entonces, este escuchar su voz? Quiere decir que las palabras de Jesús las oigo, las entiendo, como palabras dirigidas a mí.

Cuando Jesús dice: “La paz sea con vosotros”, a mí me lo dice. Cuando Jesús dice: “Como me envió mi Padre, así os envío yo”, a mí me lo dice. Cuando Jesús dice: “Y no seas incrédulo, sino fiel.”, a mí me lo dice. Cuando Jesús dice: “¡Oh, hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer”, a mí me lo dice.

Escuchar su voz quiere decir que las palabras de Jesús las oigo, las entiendo, dirigidas a mí. Y cuando acogemos así la Palabra de Jesús, esta palabra transforma nuestra vida. ¡Jesús nos habla!, ¡me habla a mí! Nunca agotaremos s lo que quiere decir esto.

Decía Paul Claudel, poeta francés converso, mirando de explicar su conversión; “Hay una cosa que no puedo negar, y es que Dios ha hablado y yo he oído su voz”. Esta ha de ser nuestra experiencia: Dios ha hablado, yo lo he oído, y ha cambiado mi vida.”

Continúa diciendo Jesús: “Y yo las conozco”. Volvamos a lo que decíamos: no habla Jesús de un conocimiento exterior. Que Él nos conozca quiere decir que nuestras palabras son escuchadas, acogidas por Él, nos conoce.

Por tanto, hay una escucha mutua, que nos habla de una interrelación, de un diálogo, en definitiva, de una relación interpersonal. Esto liga con lo que decíamos domingo pasado, de que Jesús al preparar el almuerzo a sus discípulos cerca del agua estaba creando un espacio de relación, de fraternidad, de encuentro.

Conocemos su voz y Él conoce la nuestra. Hoy en día, tenemos una dificultad, por parte nuestra, para que esto sea posible: nos cuesta escuchar, no sabemos escuchar. En la escuela relacionado con la palabra nos enseñaron a leer y escribir, pero no nos enseñaron a escuchar. Si no sabemos escuchar a los que nos rodean, difícilmente sabremos escuchar a Jesús que nos habla. Tenemos esta carencia, es preciso trabajarla.

Continúa diciendo Jesús: “y ellas me siguen”. Cuando hay esta escucha, este diálogo, esta relación, entonces se produce el seguimiento.

¡Cuanta belleza hay en este planteamiento!: un seguimiento que nace de una relación personal. El seguimiento de Jesús no nace de cumplir normas, mandamientos, o de ser muy perfectos, no. El seguimiento nace y se produce en una relación personal. Que se nos manifiesta en la figura del buen Pastor, es mi pastor. No el pastor de la Humanidad, que podría parecer impersonal, sino mi pastor. ¿tratamos a Jesús, nos relacionamos con Jesús, como nuestro Buen Pastor?

Continúa diciendo Jesús: “y yo les doy la vida eterna”. Antes hemos dicho que las palabras de Jesús las hemos de escuchar y entender dirigidas a cada uno de nosotros. Por tanto, hoy Jesús nos dice a cada uno: “te doy la vida eterna”. “Te doy la vida eterna”. Es emocionante oir a Jesús decirnos estas palabras. De aquí nace la alegría pascual; la muerte ya no tiene poder sobre nosotros, con Cristo hemos vencido la muerte, Él nos ha dado la vida eterna.

Vale la pena destacar que Jesús no dice: “te daré la vida eterna cuando mueras”. Sino que sitúa la acción en el presente “y yo les doy la vida eterna”. “Te doy, ya ahora, la vida eterna”.

¿Qué es la vida eterna que Jesús nos da ya ahora? Es la presencia del Espíritu Santo en cada uno de nosotros. En esta relación que tenemos con Jesús, a través de la oración, de la meditación de la palabra, de los sacramentos, Él nos va comunicando su Espíritu que nos llena de vida, de vida verdadera, y nos hace eternos, inmortales. Somos inmortales, la muerte no tiene ningún poder sobre nosotros.

Que la proximidad a su palabra y a su persona nos ayude a descubrir a Jesús como nuestro buen Pastor.







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