Solemnidad de Navidadl

CAMINEO.INFO.-

Hoy es necesario afinar la mirada para descubrir la grandiosidad de este misterio que hacemos presente y celebramos. Hace falta mirar bien, estar atentos, hacer silencio, para que tanto consumismo, materialismo y superficialidad, no nos impidan vivir este acontecimiento que hacemos presente: Dios que se da. Dios que se nos da.

Dios no ama simbólicamente, dando buen ejemplo y diciendo palabras edificantes. Dios ama entregándose, dándose, consumiéndose. Dios se nos ha dado. Esto es Navidad: un niño, Dios, en un pesebre.

Y cuando Dios hace un gesto de esta grandeza, con tan gran transcendencia, esto implica nuestra vida… Lo que hoy celebramos nos afecta a todos. ¿Qué hacemos ante el Dios que se nos da? Sólo podemos acogerlo, dejarlo entrar en nuestra vida... es lo que Él quiere.

Dios entra en la historia de la Humanidad, con mayúsculas, para poder entrar en nuestra humanidad, con minúsculas. Su donación nos pide una respuesta... ¿qué le decimos? ¿qué le diremos estos días? ¿qué puertas abriremos para que Él pueda entrar?.

En la representación de los “Pastorets” en una de las últimas canciones que cantaron los adolescentes y jóvenes decían:
“Navidad mucho más que unas vacaciones
Navidad mucho más que unos juguetes
Navidad mucho más que unas lucecitas
Navidad es mucho más... Es un regalo que Dios nos hace, su amor se hace presente.”

Es de mala educación no acoger los regalos que te hacen... Por tanto, acojamos a Dios que se nos da...

Dios se nos da en forma de misericordia. Dice el Papa Francisco a Misericordiae Vultus (nº 1): “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra (misericordia). (Esta palabra) Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret.”

No sé cómo lo veréis vosotros, pero, a mí me parece que en este mundo nuestro, nos hace falta mucha misericordia. Estamos construyendo un mundo duro y frío... El Papa Francisco a Misericordiae Vultus nos advierte: “No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo..., en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad.

Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo. Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.” (MV. Nº 15)

Navidad. El niño. Este Dios que se nos da que es esencialmente misericordia cuando es acogido por nosotros, nos llena con su misericordia, que transforma nuestros corazones, ilumina nuestras mentes y fortalece nuestras voluntades. Amén.