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Domingo IV Cuaresma

Sat, 26 Mar 2022 19:56:00
 

CAMINEO.INFO.- Este evangelio nos presenta dos imágenes muy potentes, muy luminosas, que están llamadas a nutrir nuestra espiritualidad.

 

La primera es Jesús sentado a la mesa con los pecadores y cobradores de impuestos. “En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle”.

 

La imagen de hoy es contundente, magnífica, entrañable: Jesús sentado a la mesa con los pecadores. Dios no castiga, Dios no se enfada. Dios, Jesucristo, se sienta a la mesa con los pecadores. Y lo hace con las personas más mal vistas en aquellos momentos que eran los cobradores de impuestos, porque colaboraban con el invasor romano. Dios que siempre acoge. Dios que siempre se acerca, y que evidentemente, siempre llama a la conversión, a volver al Padre.

 

“Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: -<Ése acoge a los pecadores y come con ellos>”.

 

Jesús responde a estas murmuraciones con una parábola. Una parábola que viene a decir: hago lo que hace mi Padre. Como que mi Padre ama a todos, nunca deja de amar, siempre está dispuesto a acoger y perdonar, yo hago lo mismo. Aunque el pecado sea gravísimo, el pecado del hijo pródigo es gravísimo, en el corazón del Padre nunca hay odio, ni rencor, ni deseo de venganza. Sólo hay amor y misericordia. Hago lo que hace mi Padre.

 

Esta parábola en aquel tiempo rompía muchos esquemas mentales. Tenían la imagen de un Dios castigador de pecadores, de un Dios que se enfadaba con los hombres. La parábola de Jesús es totalmente contracultural. A años luz de la imagen que ellos tenían.

 

Hemos de contemplar, hemos de imaginar, esta escena, Jesús sentado a la mesa con pecadores, con gente que era lejos de Dios, y están allá como dice el evangelista para escucharle”.

 

Esta escena nutre nuestra espiritualidad. Nosotros somos estos pecadores que estamos sentados a la mesa con Jesús escuchándole porque vemos que nuestra vida no va bien, que no nos sentimos llenos, que no tenemos paz... y en el diálogo con él avanzamos en el camino de la conversión.

 

La segunda imagen potente y luminosa, llamada a nutrir  nuestra espiritualidad, es el abrazo del padre al hijo pródigo.

Este abrazo es para mí una de las imágenes más bonitas del Nuevo Testamento: “su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr se le echó al cuello y se puso a besarlo”.

 

1.   ¿Por qué lo pudo ver de lejos? Porque el padre salía cada día a esperarlo, y miraba al horizonte, por esto lo ve de lejos. Y al verle se conmueve. A pesar del grave desprecio de pedir la herencia en vida al padre, el padre ya le había perdonado en su corazón.

2. ¡¡Corre hacia él!!

3. Es el padre quien se le tira al cuello

4.  Y lo besó.

5.  No deja ni que acabe su disculpa

6. Y hace que le restituyan la condición de hijo (vestidos, ...)

 

Es impresionante este abrazo del Padre. Un abrazo que acoge, que perdona, que restaura, que rehace lo que el pecado había destruido. Un abrazo que acaba en fiesta.

 

Hemos de contemplar, hemos de imaginar, este abrazo porque nosotros somos el hijo pródigo. Vamos a ver cómo somos el hijo pródigo.

Contemplemos al hijo pródigo: ¿Cuál es su pecado? Su pecado, en el fondo, no es malgastarlo todo en fiestas y mujeres públicas. Este pecado está lejos de nosotros. En el fondo, su pecado es más cercano a nosotros de lo que nos pensamos. Su pecado es querer realizarse siguiendo su propia voluntad, lejos del Padre.

 

Este pecado nos es muy cercano... Sabemos que hemos de hacer una cosa, nos lo dice la conciencia, la voz de Dios en nosotros, pero tiramos por otro camino… Que nos dará más satisfacción inmediata, pero es un camino de menos plenitud y menos gozo. ¡Esto nos pasa mucho...!

 

Cada vez que hacemos una opción así estamos marchando de la casa del Padre, no me reconozco como  a hijo, niego mi identidad como a hijo. Como hijo sólo me puedo realizar en relación con el Padre.

 

Somos hijos en el Hijo, ésta es nuestra realidad más profunda. Sólo nos podemos realizar como a hijos en relación al Padre. Tota pequeña huida de la casa del Padre, nos perjudica.

 

¿Qué le pasa al hijo pródigo, a nosotros? Aún no ha descubierto, aún no hemos descubierto, el chollo de tener un Padre como éste. Aún no nos hemos descubierto dentro de una relación de amor.

Si no vivimos nuestra fe, nuestra vida cristiana, dentro de esta relación de amor no vamos bien …  

O nos situamos dentro de esta relación de amor o la práctica religiosa se puede convertir en una rutina cansada y pesada. 

O nos situamos dentro de esta relación de amor o siempre estaremos buscando nuestra propia voluntad,  incluso haciendo buenas obras y actos piadosos.

 

Sólo dentro de esta relación de amor encontramos  nuestra verdadera identidad y felicidad.

 

Nos dice hoy San Pablo: “Hermanos: el que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado”.  Que así sea...

 

 

 









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