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Domingo VI Tiempo Ordinario: "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor"

Sun, 14 Feb 2010 07:01:00
 

CAMINEO.INFO.-

Jr 17, 5-8;
Sal
1;
1 Cor
15, 12.16-20;
Lc
6, 17. 20-26

Estas bienaventuranzas y maldiciones que Jesucristo nos dirige hoy a nosotros son palabras sorprendentes, podríamos decir duras, hasta lejanas (nos quedan lejos, no somos capaces de hacerlas nuestras). Es preciso que busquemos descubrir qué nos quiere decir Jesús en este evangelio.

La salvación que Jesús nos viene a traer apuesta por una comprensión de la existencia muy diferente de la que tiene el mundo. Por esto Jesús dice más adelante “mis caminos no son vuestros caminos” y “mis pensamientos no son vuestros pensamientos”. Nos está diciendo que no es fácil entender y asimilar los valores que nos ha venido a traer.

I hoy esto lo constatamos, no es fácil entender y asimilar estas expresiones que Jesús dice en el Sermón de la Montaña: “Dichosos los pobres, los que ahora tenéis hambre, los que ahora lloráis, ¡ay de vosotros, los ricos; ay de vosotros, los que ahora estáis saciados; ay de los que ahora reís!” ¿Qué nos quiere decir Jesús?

Como ya hemos dicho alguna vez, la primera lectura y el evangelio se iluminan mutuamente.
En la primera lectura se nos ha dicho: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua... cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto”.

Por tanto, bendito el que pone su confianza en el Señor, que arraiga su vida (¡toda!) en el Señor, porqué aunque las cosas no vayan bien (verano, años de sequía/ pobreza, hambre, llantos, persecuciones, etc.) él no tiene miedo, no se inquieta, él es feliz.

A nosotros que demasiadas veces hemos fundamentado nuestra felicidad en las riquezas, el bienestar, las comodidades (no pasar hambre, ni frío), en el tener de todo, las bienaventuranzas del evangelio de hoy nos descolocan, porqué nos proponen otros valores, otros criterios para vivir.

¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser que si hay pobreza, hambre, llanto, persecuciones, el hombre sea feliz? La respuesta genial nos la da el Papa en su libro de Jesús de Nazaret al comentar las bienaventuranzas: “Con Jesús entra la alegría en la tribulación”. ¡Genial!

He hecho cuatro experiencias de misión a Sudamérica: dos a Argentina, una a Santo Domingo y otra a Cuba, allí, entre los pobres, estas bienaventuranzas las he visto hechas vida. En medio del hambre, la pobreza, y hasta, las persecuciones (Cuba), los cristianos estaban felices, porqué estaban arraigados en Cristo, en su corazón tenían a Jesucristo. Cuando desde Europa nos los miramos y los oímos hablar de Jesús en medio de la tragedia nos parece absurdo/fanático/ignorante, en cambio este hablar nace de una experiencia profunda de Dios. Los pobres están más cerca de Dios...

Y llegado a este punto es preciso que nos preguntemos: ¿dónde tenemos plantado nuestro corazón? ¿cuál es el fundamento de nuestra alegría? ¿tener de todo, comodidades, dinero, una casa bonita, éxito, o la relación con la persona de Jesucristo?. Es preciso hacernos esta pregunta, mirar nuestro interior y contestarla... y ser muy sinceros con nosotros mismos.

Las tres lecturas de hoy dividen los hombres en dos categorías:

En la primera lectura el hombre bendito que pone en Dios su confianza y el hombre maldito que confía en lo que es terrenal.
En la segunda lectura el hombre que cree en la resurrección de Jesucristo y en la nuestra y el hombre que no cree. ¿Qué quiere decir creer en la resurrección? Quiere decir experimentar la vida del Cristo vivo y resucitado en nosotros.

Y en el Evangelio las dos categorías son: el hombre feliz que lo es aunque sea pobre, tenga hambre, sea perseguido, porqué tiene a Jesús en su corazón. Y el hombre infeliz que ha querido poner su felicidad en las cosas terrenales (riquezas, honores, éxitos, comodidades).

Hay dos categorías, dos caminos, no hay una solución intermedia.

Si cuando pasamos por dificultades económicas, o perdemos estatus social o nos critican, o no podemos comprar lo que nos gustaría, si entonces nosotros perdemos la paz, estamos tristes e inquietos, esto quiere decir que no estamos bastante arraigados en Jesucristo, porqué no estamos viviendo las bienaventuranzas...


Resumiendo: ¿Dónde queremos plantar nuestro corazón? Tenemos dos lugares donde hacerlo: junto al río de agua viva que es el Señor, o bien en el desierto, que es la vida fundamentada en nosotros mismos.

Las bienaventuranzas son la forma de vida de los que plantan su corazón junto al río de agua viva.







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