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Domingo XIII del T.O.: “Te seguiré adonde vayas”

Sun, 27 Jun 2010 06:53:00
 

CAMINEO.INFO.-

1 Re 19, 16.19-21
Sal 15, 1-2 y 5.7-11
Gál 4,31 - 5,1.13-18
Lc 9, 51-62

Pocas palabras tienen tanta resonancia en el corazón del hombre como la palabra: libertad. Todos queremos ser libres. Hoy San Pablo nos dice: “Hermanos: Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado”… “vuestra vocación es la libertad”.

Cristo es la fuente de donde mana la libertad. El pecado es esclavitud. Cristo es la libertad.

¿Quién es más libre, el joven que cada semana busca pasarlo bien con una chica diferente o una religiosa del Cottolengo que su vida es cuidar enfermos y rezar? ¿Quién es más libre?

La pregunta nos remite a otra pregunta: ¿Qué es la libertad? Si la libertad es poder escoger, parece que sería más libre el joven: tiene más caminos delante de él, puede hacer más cosas. Pero definir la libertad como poder escoger nos lleva a algunas incongruencias:

. El hombre bueno, el hombre santo, que es incapaz de hacer el mal, no sería libre.
. Dios mismo, incapaz de hacer el mal, no sería libre.
. Yo antes de mi conversión jugaba a fútbol, era defensa, y era un defensa duro. En el seminario estuve jugando 5 años a fútbol y no hice nunca una falta voluntaria. ¿Quiere decir que ahora soy menos libre que antes?

Ya vemos que definir la libertad como poder escoger chirría por todas partes.

¿Y cómo definiremos la libertad? La libertad es la capacidad de hacer el bien, la capacidad de amar. ¿Quién es más capaz de bien el joven o la religiosa? Con esta definición la religiosa.

La libertad no es un absoluto en sí misma, la libertad hace falta que tenga una finalidad, un objetivo: ¿Para qué la libertad? Para amar. Sólo una libertad que se orienta para ser más capaz de amar es una libertad verdadera.

Todo esto es lo que nos ilumina san Pablo cuando dice: “No una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor”. Cuanta sabiduría en pocas palabras...


La libertad no es hacer lo que me apetece, sino servir a los otros por amor. Qué definición de libertad más bonita la que hoy nos da San Pablo.

Ahora se entienden mejor las palabras que decía al principio: Cristo es la fuente de donde mana la libertad. El pecado es esclavitud. Cristo es la libertad. Cristo es el que nos da su espíritu y nos permite liberarnos de nuestros egoísmos, de nuestras perezas, de nuestros vicios, de nuestros pecados de omisión y así amar verdaderamente a Dios y al prójimo.

Llegar a ser libres es una tarea que tenemos encomendada, nacemos con poca libertad y es con nuestras decisiones, con nuestra lucha contra “los caprichos de la carne”, que llegamos a ser verdaderamente libres.

Es preciso contemplar a Cristo como fuente de auténtica libertad.

Y todo esto que hemos dicho de la libertad es el marco en el que situamos la primera lectura y del evangelio, donde se nos habla del seguimiento. Seguir a Jesús es para nosotros fuente de libertad, fuente de ponernos al servicio de los demás.

Jesús se encamina a Jerusalén, camina hacia su muerte, y en el camino, a través de la respuesta a tres personas, nos hace una catequesis de cómo debemos seguirlo:

Al primero le dice: “Las zorras tiene madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Palabras que nos hablan de una radicalidad de la llamada a seguirlo. Jesús no tiene donde reclinar la cabeza..., es necesario que su pobreza, su desprendimiento, su austeridad ilumine nuestro estilo de vida, para que nosotros seamos sus seguidores. Jesús no buscó acumular bienes, posesiones y cosas bonitas, sino todo lo contrario.

Al segundo Jesús lo llama y él pone como excusa que le deje ir a casa hasta que haya enterrado a su padre (por tanto parece que aún estaba vivo).

San Agustín comentando esta escena dice: “Ha de honrarse al Padre, pero obedecerse a Dios; ha de amarse al progenitor, pero anteponerse al Creador. Yo, dice Jesús, te llamo al Evangelio; te llamo para otra obra más importante que la que tú quieres hacer. “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. No sometáis lo primario a lo segundario. Amad a los padres, pero anteponed a Dios”.

Esta ha de ser nuestra actitud: Dios por encima de todo, la misión encomendada antes que todo. Pensemos en las excusas que nosotros ponemos para no dedicarle más tiempo, para no ser más dóciles a lo que nos dice en el evangelio… Excusas que nos acaban llevando a un seguimiento mediocre de Jesucristo.

Al tercero Jesús le dice: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”

A veces seguimos a Jesús, pero miramos otros caminos como si nos pudieran llenar más, o tenemos dudas respecto al sentido de nuestro camino. Y Jesús con estas palabras nos hace una llamada a crecer en la certeza de que en Él se encuentra la vida, la vida plena, la plena realización del hombre.

Como se dijo en el Vaticano II:”El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado... Cristo revela plenamente el hombre al mismo hombre”.

Crecer en esta certeza hace que nuestro seguimiento llegue a ser más radical, más apasionante y más vivido.








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