Me contaron un pretendido "chiste", muy forzado pienso. Una chica en un puente pretende suicidarse. La ve un policía y le pregunta:¿qué haces? Me voy a suicidar, contestó. ¿Puedo darte un beso? Asintió y se dieron un intenso beso. El policía le preguntó ¿por qué mi amor? Y le contestó porque mis padres no permiten que me vista de mujer.
Me sobrecogí. Me pregunté: ¿Es un dilema profundo lo que se encierra en este mal llamado chiste? Me sobrecogió por cuanto la alegoría chistosa y superficial anida en un rotundo drama y en un desorden absoluto.
La vida es el primer gran valor. Lo otro es importante pero mucho menos. Pensé en mis adentros: Felicidades al travesti por seguir viviendo, felicidades al policía por su astucia e intrepidez o por su fabuloso error y también felicidades a los padres por ser padres ocupados y preocupados por este hijo con 'personalidad recibida' y 'aprendida' de hombre pero con 'personalidad elegida' de mujer.
Hoy lo que parece se impulsa y se pretende, desde el postmodernismo, la teoría del gender (género) y por las nuevas leyes de educación sexual desarrolladas ahora en Comunidades Autónonas, tras haber fracasado el intento nacional de Educación para la Ciudadanía (EpC), es que prevalezca 'la personalidad elegida' sobre 'la recibida' y 'la aprendida'. Como si esto de la personalidad o personalidades fueran aditivas y separables, fuera de quita y pon. ¿Avala esto la ahora llamada "dictadura de la felicidad"? No lo creo, lo pretende pero no lo avala. La felicidad, sí o sí. La que no permite, ni acepta, la limitación, la carencia ni el sufrimiento. La que sostiene como bandera "el no al sufrimiento", no a los límites, no a las restricciones. No existen en los problemas las variables exógenas. Las variables endógenas, las incógnitas, las dudas, no se hallan ni se despejan, simplemente se elijen e imponen desde el Yo, o desde el Estado legitimando con mayorías o mediante el recurso falsamente perenne del endeudamiento. ¡Desde el "yo" el tú es cosa de otro y no me incumbe! A la vez se afirma sin rubor lo colectivo y ciertos derechos y por lo bajo ronda el egoísmo silente, pues por arriba se silencia o se disfraza al no ser políticamente correcto, dicen.
¡El otro existe!. No nos despistemos, somos tremendamente interdependientes, ¿el otro para el otro quién es? yo / tú. Teje el hombre su vida, y hoy elije, elijo, esto o aquello y mañana cambio y elijo diferente carácter y personalidad. ¡Caiga quien caiga!. Aunque caiga por el precipicio la misma persona que elije, aunque caiga yo o tú o el otro. Incluso aunque caiga el Estado. Que debería ser lo mismo que todos, pero no un todos difuso, borroso, sino todos y cada uno, los que actuamos en el sector privado, en el público y en el sector exterior, el resto del mundo. Este todos y cada uno que finalmente acaba pagando los gastos de los atrevimientos.
¿Acaso las decisiones elegidas ayer no condicionan las de hoy ni las de mañana? ¿Y qué pasa con la seguridad jurídica ante tal complejidad diseminada en los ordenamientos jurídicos? ¿Cómo se hace esto? ¿Cómo se sostiene? ¿Se sostiene la sociedad que lo ampare? ¿Se sostiene esto aunque caigas y/o caigamos por el precipicio de un puente? ¿Se sostiene la sociedad? ¿Y esto lo pretenden sostener 'encerrando la verdad en una mentira que se legitima por medio de una nueva ley' generadora de nuevos derechos? ¿Derechos de unos sustentados en deberes de otros o simplemente se trata entretenerse generando derechos espurios, huecos, nacidos al socaire del 'ardiente afán de novedades'? Muchas son las preguntas...
Así veo de oscuro el gran dilema existencial de los "Yo" endiosados incapapaces de pasar al tú. Los "Yo" que su voluntad colocan por encima de sus propias restricciones y limitaciones. Los "Yo" líderes que colocan sus ideologías en el centro y desplazan a la persona convirtiéndola en siervos de la ideologia.
Efectivamente, cada quién debe y tiene que desempeñar su papel y resolver este dilema, este drama, esta tragicomedia de la vida. Pero no olvidemos que esta vida es corta, aunque se tenga el consuelo y la esperanza de la trascendencia, y tampoco olvidemos que los recursos son escasos y limitados. Concluyo: no tengo dudas sobre la insostenibilidad social de esta senda difusa de 'la dictadura de la felicidad' ¡Eso sí, mientras tanto, ojalá cada quién resuelva su dilema sin optar por suicidarse!