CAMINEO.INFO.- Casi
cada día mientras rezo en la capilla por la tarde, entra en la iglesia una
mujer que da toda la vuelta al templo, y se para en cada imagen unos momentos,
y vuelve a salir.
Hoy,
Jesús en el evangelio hace una cosa muy importante: clarifica cuál es la
religiosidad buena, correcta, que hace bien al hombre.
No
digo que esté mal lo que hace esta señora, después veremos qué pasa. Esta
señora hace esto pero nosotros hacemos cosas parecidas: siguiendo ciertas
costumbres, ciertas tradiciones: rosarios, novenas, prácticas de piedad. La
Casa de Andalucía hace la procesión en la Semana Santa. Hay gente que siempre
que pasa por delante de la Madre de Dios que tenemos fuera la iglesia se para y
hace unos momentos de silencio, o pone un cirio o deja unas flores.
¿Qué
pasa con todo esto? ¿Está bien o está mal? Sirve para alguna cosa o no sirve
para nada? Jesús hoy nos ilumina esta cuestión.
Jesús con sus palabras quiere ayudarnos a vivir más perfectamente
nuestra relación con Él.
Es preciso empezar diciendo que Dios al Pueblo de Israel en el Sinaí, le
dio diez mandamientos, que no se han de ver como diez prohibiciones sinó como
los consejos de un padre a un hijo para que camine por el camino del bien. En
la primera lectura hemos leído cómo Dios después de dar los diez mandamientos
les dice: “No añadáis nada a lo que
os mando ni suprimáis nada”. Pero con el paso de los siglos los judíos
fueron ampliando estos preceptos con multitud de prácticas, prohibiciones y
rituales. En tiempos de Jesús había más de seiscientos preceptos que era
necesario cumplir.
Jesús choca con la manera de entender la religiosidad de los fariseos y
maestros de la ley, una religiosidad muy centrada en un cumplimiento externo de
muchos preceptos y prácticas religiosas.
Entonces, ¿qué pasaba? Estas prácticas no les ponían en contacto con Dios,
se quedaban en la práctica exterior. No entraba el corazón en esta práctica
exterior. Lo que era importante era hacer la cosa, no cómo se hace, ni por qué
se hace. La mediación, lo que hacen, no les sirve para entrar en contacto con
Dios, para cambiar el corazón. Todo esto les lleva a una vivencia muy rigorista
y legalista de la religión.
¿Qué dice Jesús ante esto? “Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos”. Fuertes
palabras!
Pienso que todos llevamos un pequeño fariseo dentro de nosotros... Todos
tenemos una tendencia a reducir la religión a unas prácticas externas (a hacer
unas cosas, y no damos demasiada importancia al cómo las hacemos y por qué las
hacemos) y entonces la práctica religiosa que hacemos no nos ayuda a entrar en
contacto con Dios, la práctica religiosa no nos cambia el corazón...
Jesús con este evangelio viene a decir que la verdadera religiosidad es la
que lleva a tener un corazón limpio. Un corazón del que no salen pensamientos
malos, fornicaciones, adulterios, estafas, engaños, indecencias, envidias,
insultos, arrogancias,... Verdadera religiosidad = corazón limpio.
Volvamos al inicio, ¿lo que hace aquella señora es bueno o malo? Si lo que
hace la pone en contacto con Dios, si le ayuda a ir cambiando el corazón, es
bueno. Si no le sirve para esto y lo ha convertido en una costumbre, malo. Jesús
le diría: “Me honras con los labios, pero
tu corazón se mantiene lejos de mi. Abandonas los mandamientos de Dios, para
mantener tus costumbres”.
Para los que participan de la procesión de la Semana
Santa, ¿es buena o es mala? Depende. Si te pone en contacto con Dios, si te
ayuda a cambiar el corazón, genial. Si acaba siendo un gesto exterior, una
costumbre, donde no pones el corazón, malo.
Esto nos ha de llevar a revisarnos todos, yo el primero,
para ver cómo vivimos los actos de piedad. ¿Cómo vivimos la misa, la oración,
el rosario, la novena...?
¿Nos pone en contacto con Dios? ¿Me encuentro con
Jesucristo en estos actos?
¿Soy consciente? ¿Pongo atención en lo que hago? ¿Cómo
rezo el gloria, el credo, el padrenuestro? ¿Hay el corazón detrás de cada una
de las palabras que pronunciamos? ¿Con qué atención escucho la Palabra?
¿Lo que hacemos nos va cambiando el corazón?
¿Honro sólo con los labios?
¿Lo he convertido en una costumbre, he caído en la
rutina?
Tan importante es hacer las cosas, ir a misa, rezar,
etc... como es, ¡¡¡cómo las hacemos!!!
“Me honras con los labios, pero tu
corazón se mantiene lejos de mi. Abandonas los mandamientos de Dios, para
mantener tus costumbres”. ¿Me lo podría decir Jesús a mi? Recémoslo esta
semana...
Hoy Jesús nos ha dado pistas muy importantes de cara a tener una
religiosidad humanizadora y transformadora. Que así sea...